Y murió de ignorancia e intolerancia ajenas...
Es 1952; en la ciudad de Manchester, al llegar a su casa,
Alan Turing descubre que le faltan algunos artículos domésticos, ninguno de particular valor... Una brújula, una camisa, unos zapatos... Preso de una mente de lógica aplastante, llama a la policía para informar de los hechos.
Al llegar a su casa, los detectives se dan cuenta de inmediato de que se trata de un tipo peculiar; le dejan hablar y después de algunos minutos una cierta tristeza se dibuja en sus caras, al darse cuenta de que van a tener que detener a un personaje tan amable.
¿Por qué? Porque Alan Turing acaba de autoimplicarse en un delito penal.
Al admitir abiertamente aunque de forma indirecta mantener relaciones sexuales con un hombre, Alan Turing es detenido, juzgado, y condenado a la castración química. Una práctica cruel y seudocientífica por la que era forzado a tratarse con potentes estrógenos por vía intravenosa, y mediante dispositivos implantables en su propio cuerpo. Estos estrógenos, destinados a "curar" mágicamente su homosexualidad, no modifican sus impulsos o sus deseos pero tienen sin embargo efectos físicos muy reales: sus pechos crecen y se fenimizan, llegando a tener literalmente mamas, su libido desaparece a la vez que aparecen la inflamación en sus articulaciones, los fenómenos autoinmunes, la depresión, la impotencia...
En última instancia, Turing expresa además sus miedos de que su homosexualidad dañe la validez de sus ideas antes sus colegas y su trabajo, en la convicción de que muchos dejarían de escucharle meramente por su condición gay.
El estado anímico de Turing se oscurece poco a poco, y en un último gesto poético, envenena una manzana con cianuro y consuma su suicidio. No dejó ninguna nota.
Es el 7 de Junio de 1954, Turing tiene 42 años y una de las mentes más brillantes del siglo XX se desvanece por los horribles crímenes cometidos: deseo y honestidad.
Quizá los detectives ni siquiera sabían que al detener a Alan Turing, estaban arrestando a un genio y un matemático brillante, y que sentó las bases de la mismísima informática y las ciencias de la computación; pero desde luego ni ellos ni casi nadie aparte de Churchill y la más alta cúpula militar de los aliados sabían que se trataba de un héroe de guerra, y a la persona que quizá salvó por si misma más vidas en todo el siglo XX. Al romper el código de la máquina "
Enigma" con la que los nazis encriptaban sus mensajes, Turing dió a los aliados una ventaja estratégica que muy probablemente acortó la guerra en varios años, y sin la cual quizá incluso su resultado hubiera sido otro.
Yo hoy sólo quiero invitar a la reflexión sobre su vida, sus méritos, su huella en el mundo, y su muerte. Sobre como un país al que ahorró tantos sufrimientos pudo torturarle hasta el suicidio, no por una pequeña falta, si no por algo que no constituye siquiera falta alguna. Siete años después del final de la guerra, ni aquellos en el poder conocedores de su papel en la guerra tuvieron a bien "mancharse las manos" evitando su reprobación pública, y no hubo perdón posible sino la mezquindad humana que se regodea en la caída de quien por mérito propio es mucho más grande que la mayoría.
55 años más tarde, en 2009, Gordon Brown, primer ministro del Reino Unido, firmó una disculpa oficial del gobierno británico por lo sucedido a Turing. En 2011, el año anterior al centenario de su nacimiento, 23.000 personas firmaron una petición de indulto póstumo para Turing por el supuesto crimen de "moral impropia".
En 2012, el gobierno británico se pronunció sobre la petición, retratando su propia miseria moral; este es su comunicado:
"El perdón postumo no se considera apropiado puesto que Alan Turing fue correctamente procesado por lo que entonces era un crimen tipificado. El hubiera sabido que sus actos iban en contra de la ley, y que serían perseguidos." No tengo palabras para la bajeza de este argumento...
Su familia, Inglaterra, la segunda mitad del siglo XX, la ciencia y la historia misma se empobrecieron enormemente con su mordisco a una manzana, pero al menos algunos dormirían satisfechos sabiendo que Alan Turing, el sodomita, ya nunca yacería más con hombres.
Si queréis saber más sobre Turing, sus contribuciones o su personal desgracia, la historia que inspiró esta entrada me la he encontrado en algún otro libro, como la "Breve historia de casi todo" de Bill Bryson, pero en nigún sitio la he visto tan bien representada como en este podcast:
Os recomiendo encarecidamente que lo escuchéis y, en general, que os aficionéis a RadioLab. Nunca decepciona.
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Nota: se sobreentiende que al iniciar una serie de entradas sobre "aberraciones sexuales", juego con el sentido que le han dado los intransigentes,
los "delimitadores de las primaveras"que dice Silvio, para dar mi propia definición. Creo que es evidente que lo aberrante de esta historia es que en nombre de una supuesta decencia y una moral hipócrita respecto al sexo, se cometan aberraciones abyectas, como la que sufrió Turing... Por desgracia los ejemplos son legión, y temo que si seguimos con ellas tendremos para muchas entradas... ablación, esclavitud, asesinato, mutilación, tortura, destierro.. ningún castigo es demasiado cruel para los que creen que defender la pureza ajena es su deber y derecho divino... Siento lo sombrío del fondo de la entrada.. pero creo que también de esto debe haber grafitti en el cuarto muro...