viernes, 25 de octubre de 2024

De Palabras de Seguridad y otros meta códigos

La vida en algunos aspectos es una gran performance. Jugamos distintos roles según nuestra posición y capacidades, tenemos distintos intereses y valores, y estos pueden incluso cambiar en un segundo, cuando las circunstancias lo exigen. 

Todos hemos oído historias como la del conserje que el 11-S tomó el control de un grupo de ejecutivos y CEOs en las Torres Gemelas, y dio órdenes concisas e incuestionables a gente de la que pocos minutos antes del ataque las hubiera recibido sin pestañear... o experimentado la rara sensación de encontrarnos a un viejo profesor en un bar, o a un compañero de juergas vestido de sotana, y darnos cuenta de que sus dimensiones son muchas más de las que conocimos, y no por descubrir unas, dejaron de existir las otras.

Curiosamente, el propio nombre del blog alude también a esto, y decimos que cruza el cuarto muro el actor que (como parte y forma de su actuación) de repente salta del escenario a hablar de manera directa al público, se vuelve "meta" y sube un nivel más para comunicarnos algo que queda más allá de la escena, quizá como narrador incluso, y a continuación se sumerge de nuevo en su personaje como si tal cosa.

Estos momentos "meta" son básicos para la comunicación y la comprensión de la realidad.

En el mundo de la D/s es habitual (yo diría que es absolutamente obligado) acordar cuando menos una palabra de seguridad, y a menudo un semáforo u otros códigos que permitan que la parte que ha cedido el control tenga una vía para comunicar su verdadero estado interno, el grado de dificultad de lidiar con lo que está ocurriendo, o incluso parar en seco los acuerdos. Los semáforos pueden por ejemplo ayudar a regular la intensidad de las prácticas, de forma que con un código de colores se pueda expresar lo tolerable o no que es un determinado momento, sin tener que abandonar ese momento por completo.

Aún más importante es la palabra de seguridad; si en el transcurso de una práctica o de la propia relación la parte s dijera su palabra "Lilith" en algún momento, toda la verticalidad se detendría, la interacción se transformaría de forma inmediata en la que mantienen dos personas plenamente autónomas que han decidido relacionarse de esta forma, y la conversación se tendría en los términos previos a la instauración y aparición de esa D/s, precisamente para preservarla, protegerla y honrarla.

La palabra de seguridad, por tanto, no es sólo un mecanismo de defensa, si no una parte más del compromiso adquirido, por ambas partes. La parte D se compromete a respetarla al momento y sin cuestionar nada, entienda o no en ese instante su origen, y de forma inmediata y absoluta, mientras que la parte s, además de afianzar su propia seguridad en última instancia, se compromete a que conocer que esa vía de comunicación existe, da libertad a la parte D para moverse dentro de sus límites sin cruzar ninguna línea irremediable. 

Existen otros meta-códigos análogos que me gustan para otros ámbitos. No hace tanto (aún debo poner la técnica en práctica) leí sobre un truco muy simple para los desacuerdos con tus amigos o tu pareja: cuando no se pueda alcanzar consenso en algo, que cada parte numere del 1 al 10 la importancia que tiene ese asunto concreto. 

Si una de las partes dice "7" y la otra dice "3", obviamente se ha de optar por lo que prefiere aquel para el que el asunto es de más enjundia. Es evidente que cabe la trampa de apuntar siempre por arriba y destrozar el sistema para ganar todas las disputas, pero con un poco de honestidad y visión a medio plazo, uno puede aprender a que esa nota sea sincera, y a ceder sin agravio en aquello en lo que, de verdad, nos va menos que a esa otra persona con la que hablamos y que sí que nos importa. 

Incluso (a uno le gusta rizar el rizo), si esas trampillas se van dando y uno numera siempre más alto que el otro, se podrían asignar digamos 100 puntos al mes, para que los gastes como quieras, de forma que si te has tirado un 9 para no sacar hoy la basura, a lo mejor no te quedan puntos cuando quieras pedirle a tu pareja que deje de ser impuntual. 

Veo la analogía entre ambos sistemas, porque ambos son formas de "discutir sobre lo que se discute", sobre cómo y cuándo, de salir del marco de referencia inmediato de lo que está pasando en ese instante al de "Me importa mucho más mi relación contigo que lo que estamos discutiendo en este momento. Tu uso de la palabra de seguridad o de la puntuación que esto te merece, me recuerdan esto, me sacan del conflicto de "ahora mismo" para llevarme a los cuidados y el afecto que nos ha llevado a querernos e importarnos mutuamente, y en honor a eso, soy capaz de pararlo todo y reconsiderar ahora mi postura".

Casi veo en mi mente el recurso cinemático, con un zoom rápido hacia fuera y una serie de flashbacks, que llevan a la pareja que discute en pantalla o por Whatsapp a través del tiempo y el espacio por todas aquellas cosas que les unen, y acaban dejando muy pequeño el choque de la escena inicial, siempre que ambos sepan usar y respondan a este metacódigo. 

 El uso de estos códigos, entonces, implica una responsabilidad con múltiples facetas: la de conocerlos, la de respetarlos cuando se empleen, la de usarlos con responsabilidad y no como armas arrojadizas o herramientas para "ganar" en el corto plazo... y la de no dejar de usarlos por miedo a las consecuencias cuando el momento lo requiere.

La experiencia me ha enseñado que se nos olvida casi siempre dar a la parte D acceso a este recurso. La seguridad no sólo de que escuchará un importantísimo "Lilith" a tiempo, sino de que podrá pronunciarlo cuando así lo necesite, para pararlo todo y ser considerada de forma anterior y completa como aquella persona que libremente se metió en un embrollo que en ese preciso momento no sabe manejar, y apelar a esos cuidados y límites previos y anteriores que deben sostener cualquier relación humana digna de ese nombre y de dos personas que se han implicado tanto la una con la otra como para llegar a esos parajes... 

En definitiva, creo que la capacidad de relacionarnos depende mucho de la que desarrollemos para sabernos complejos, multifacéticos, y para saber que para poder abrazar todo lo que el otro es y puede llegar a ser, necesitamos estos múltiples niveles meta, con sus códigos meta y sus escalas de importancia, que nos permitan tratar cada asunto en su dimensión adecuada, y con aquella versión de la persona que está al otro lado de la mesa con la que verdaderamente han de tratarse.

jueves, 24 de octubre de 2024

Los Reveses



 Cualquiera que haya leído el blog en los últimos años (no quizá en los inicios, aquello era otra cosa) sabrá que al final como buena bitácora se ha acabado convirtiendo en un lugar en que se habla de todo menos de lo que parece que se habla. En un cristal que tiñe a donde mira y aporta su nota, pero mira ya a todas partes y no sólo hacia dentro.

Un revés personal reciente, una contrariedad, un bache, llámeselo como se quiera, es lo que me ha traído casi un año después a escribir otra página. Simplemente para mí, no simplemente para ahora, pero sí para dejar constancia de que cuando las cosas no salen como uno quiere es cuando de verdad toca conocer lo que uno es.

Si suena a autoayuda, a lo mejor lo es. Eso de la auto-ayuda no debería estar tan denostado, ¿no os parece? Si Woody Allen decía (la cita es de Ismael Serrano, a saber si es exacta) que la masturbación era hermosa porque al final se trata de hacer el amor con uno mismo, ¿cómo hemos llegado hasta el punto en que parece un poco ridículo, un poco inútil esto de "auto-ayudarnos"? Aunque sí sabemos cómo: por el abuso de la forma sin entrar a conocer el fondo. Por libros como "El Secreto" o "Quién se ha llevado mi Queso" que triunfan en las librerías cuando ya teníamos las "Meditaciones", "La insoportable levedad del Ser" o "El Hombre en busca de Sentido". (Las mayúsculas no son "reglamentarias, pero son las mías).

Así que reflexiono y me auto-ayudo, repitiéndome un mantra en el que de verdad creo y que nunca sobra en ningún buen enfoque de la vida: cuando parece que el mundo está en tu contra, que las cosas no son como quisieras o tus expectativas se truncan, es el mejor (quizá el único) momento en que puedes conocerte a tí mismo. Si te levantas o bajas los brazos. Si mirás atrás o hacia delante, si te dejas caer sobre los tuyos o les animas a confiar en que tú no te rindes porque vengan mal dadas.

No me ha ocurrido nada trágico. Tampoco es necesario. Tengo para mí que como se enfrentan las pequeñas trabas se enfrentan las grandes y que quien sabe perder un avión con una cierta sonrisa y un "qué se le va a hacer", vendrá luego mejor equipado para otros reveses de la vida.

Por darle la reflexión "cuartomurera", es algo que observo también en mis interacciones aquí, o en fiestas, o en planes y plantones. En la aceptación de lo irracional del otro, de su capricho, de su deseo o falta del mismo, de su incoherencia o aquellos pequeños gestos en que sin casi darse cuenta nos hace pequeños cortes como de papel, se esconde (cuando es bien entendida, reflexiva y realmente "aceptada") no una debilidad conforme y rezagada, sino la fuerza de quien mira a la vida como lo que es: a ratos incomprensible, al final siempre injusta, corta, muy corta, siempre pareciendo tener lugar justo donde nosotros no estamos, y a la vez tan interesante, tan sumamente intensa cuando quiere deslumbrarnos y tan llena de misterios que por más que nos lo neguemos a nosotros mismos, no quisiéramos bajarnos nunca. 

Esa sensación existe, aunque nos huya. Y de ella se puede llegar a la aceptación de los reveses, no ya sólo de los cotidianos o fortuitos, si no de aquellos que nos causa la mirada del otro, la incomprensión del otro, sus deseos encontrados... y por fin, de ahí, a la auto-ayuda; a la auto-comprensión. A la aceptación de la propia impotencia y a la capacidad de tratarnos a nosotros mismos como trataríamos a alguien a quien queremos bien, algo que nos cuesta siempre, a todos.

Así que sí, hoy es un mal día "desde fuera", pero la realidad no es esa. La realidad es la propia, la que se decide, la de Sócrates tomando la cicuta y siendo libre a ultranza en la aceptación de la condena.

 Consigo sentirme liberado, con un peso menos sobre los hombros, en constatar que si en estas circunstancias puedo conocer lo que soy, lo que soy es alguien que se cree lo que predica, que ha leído a Seneca no como a "otro hombre" sino como "yo, hombre", y sentir la realidad de que esos reveses pueden convertirse en un regalo de claridad y una cicatriz a llevar con orgullo, donde pequeña o grande diga: "esto tampoco va a poder conmigo".

Huirá de mí, como todo. Todo pasa y sólo quedan las palabras. Pero al menos hoy son estas, y cuando el próximo revés llegue, harás bien en recordarlas.