viernes, 25 de octubre de 2024
De Palabras de Seguridad y otros meta códigos
jueves, 24 de octubre de 2024
Los Reveses
Cualquiera que haya leído el blog en los últimos años (no quizá en los inicios, aquello era otra cosa) sabrá que al final como buena bitácora se ha acabado convirtiendo en un lugar en que se habla de todo menos de lo que parece que se habla. En un cristal que tiñe a donde mira y aporta su nota, pero mira ya a todas partes y no sólo hacia dentro.
Un revés personal reciente, una contrariedad, un bache, llámeselo como se quiera, es lo que me ha traído casi un año después a escribir otra página. Simplemente para mí, no simplemente para ahora, pero sí para dejar constancia de que cuando las cosas no salen como uno quiere es cuando de verdad toca conocer lo que uno es.
Si suena a autoayuda, a lo mejor lo es. Eso de la auto-ayuda no debería estar tan denostado, ¿no os parece? Si Woody Allen decía (la cita es de Ismael Serrano, a saber si es exacta) que la masturbación era hermosa porque al final se trata de hacer el amor con uno mismo, ¿cómo hemos llegado hasta el punto en que parece un poco ridículo, un poco inútil esto de "auto-ayudarnos"? Aunque sí sabemos cómo: por el abuso de la forma sin entrar a conocer el fondo. Por libros como "El Secreto" o "Quién se ha llevado mi Queso" que triunfan en las librerías cuando ya teníamos las "Meditaciones", "La insoportable levedad del Ser" o "El Hombre en busca de Sentido". (Las mayúsculas no son "reglamentarias, pero son las mías).
Así que reflexiono y me auto-ayudo, repitiéndome un mantra en el que de verdad creo y que nunca sobra en ningún buen enfoque de la vida: cuando parece que el mundo está en tu contra, que las cosas no son como quisieras o tus expectativas se truncan, es el mejor (quizá el único) momento en que puedes conocerte a tí mismo. Si te levantas o bajas los brazos. Si mirás atrás o hacia delante, si te dejas caer sobre los tuyos o les animas a confiar en que tú no te rindes porque vengan mal dadas.
No me ha ocurrido nada trágico. Tampoco es necesario. Tengo para mí que como se enfrentan las pequeñas trabas se enfrentan las grandes y que quien sabe perder un avión con una cierta sonrisa y un "qué se le va a hacer", vendrá luego mejor equipado para otros reveses de la vida.
Por darle la reflexión "cuartomurera", es algo que observo también en mis interacciones aquí, o en fiestas, o en planes y plantones. En la aceptación de lo irracional del otro, de su capricho, de su deseo o falta del mismo, de su incoherencia o aquellos pequeños gestos en que sin casi darse cuenta nos hace pequeños cortes como de papel, se esconde (cuando es bien entendida, reflexiva y realmente "aceptada") no una debilidad conforme y rezagada, sino la fuerza de quien mira a la vida como lo que es: a ratos incomprensible, al final siempre injusta, corta, muy corta, siempre pareciendo tener lugar justo donde nosotros no estamos, y a la vez tan interesante, tan sumamente intensa cuando quiere deslumbrarnos y tan llena de misterios que por más que nos lo neguemos a nosotros mismos, no quisiéramos bajarnos nunca.
Esa sensación existe, aunque nos huya. Y de ella se puede llegar a la aceptación de los reveses, no ya sólo de los cotidianos o fortuitos, si no de aquellos que nos causa la mirada del otro, la incomprensión del otro, sus deseos encontrados... y por fin, de ahí, a la auto-ayuda; a la auto-comprensión. A la aceptación de la propia impotencia y a la capacidad de tratarnos a nosotros mismos como trataríamos a alguien a quien queremos bien, algo que nos cuesta siempre, a todos.
Así que sí, hoy es un mal día "desde fuera", pero la realidad no es esa. La realidad es la propia, la que se decide, la de Sócrates tomando la cicuta y siendo libre a ultranza en la aceptación de la condena.
Consigo sentirme liberado, con un peso menos sobre los hombros, en constatar que si en estas circunstancias puedo conocer lo que soy, lo que soy es alguien que se cree lo que predica, que ha leído a Seneca no como a "otro hombre" sino como "yo, hombre", y sentir la realidad de que esos reveses pueden convertirse en un regalo de claridad y una cicatriz a llevar con orgullo, donde pequeña o grande diga: "esto tampoco va a poder conmigo".
Huirá de mí, como todo. Todo pasa y sólo quedan las palabras. Pero al menos hoy son estas, y cuando el próximo revés llegue, harás bien en recordarlas.