viernes, 25 de octubre de 2024

De Palabras de Seguridad y otros meta códigos

La vida en algunos aspectos es una gran performance. Jugamos distintos roles según nuestra posición y capacidades, tenemos distintos intereses y valores, y estos pueden incluso cambiar en un segundo, cuando las circunstancias lo exigen. 

Todos hemos oído historias como la del conserje que el 11-S tomó el control de un grupo de ejecutivos y CEOs en las Torres Gemelas, y dio órdenes concisas e incuestionables a gente de la que pocos minutos antes del ataque las hubiera recibido sin pestañear... o experimentado la rara sensación de encontrarnos a un viejo profesor en un bar, o a un compañero de juergas vestido de sotana, y darnos cuenta de que sus dimensiones son muchas más de las que conocimos, y no por descubrir unas, dejaron de existir las otras.

Curiosamente, el propio nombre del blog alude también a esto, y decimos que cruza el cuarto muro el actor que (como parte y forma de su actuación) de repente salta del escenario a hablar de manera directa al público, se vuelve "meta" y sube un nivel más para comunicarnos algo que queda más allá de la escena, quizá como narrador incluso, y a continuación se sumerge de nuevo en su personaje como si tal cosa.

Estos momentos "meta" son básicos para la comunicación y la comprensión de la realidad.

En el mundo de la D/s es habitual (yo diría que es absolutamente obligado) acordar cuando menos una palabra de seguridad, y a menudo un semáforo u otros códigos que permitan que la parte que ha cedido el control tenga una vía para comunicar su verdadero estado interno, el grado de dificultad de lidiar con lo que está ocurriendo, o incluso parar en seco los acuerdos. Los semáforos pueden por ejemplo ayudar a regular la intensidad de las prácticas, de forma que con un código de colores se pueda expresar lo tolerable o no que es un determinado momento, sin tener que abandonar ese momento por completo.

Aún más importante es la palabra de seguridad; si en el transcurso de una práctica o de la propia relación la parte s dijera su palabra "Lilith" en algún momento, toda la verticalidad se detendría, la interacción se transformaría de forma inmediata en la que mantienen dos personas plenamente autónomas que han decidido relacionarse de esta forma, y la conversación se tendría en los términos previos a la instauración y aparición de esa D/s, precisamente para preservarla, protegerla y honrarla.

La palabra de seguridad, por tanto, no es sólo un mecanismo de defensa, si no una parte más del compromiso adquirido, por ambas partes. La parte D se compromete a respetarla al momento y sin cuestionar nada, entienda o no en ese instante su origen, y de forma inmediata y absoluta, mientras que la parte s, además de afianzar su propia seguridad en última instancia, se compromete a que conocer que esa vía de comunicación existe, da libertad a la parte D para moverse dentro de sus límites sin cruzar ninguna línea irremediable. 

Existen otros meta-códigos análogos que me gustan para otros ámbitos. No hace tanto (aún debo poner la técnica en práctica) leí sobre un truco muy simple para los desacuerdos con tus amigos o tu pareja: cuando no se pueda alcanzar consenso en algo, que cada parte numere del 1 al 10 la importancia que tiene ese asunto concreto. 

Si una de las partes dice "7" y la otra dice "3", obviamente se ha de optar por lo que prefiere aquel para el que el asunto es de más enjundia. Es evidente que cabe la trampa de apuntar siempre por arriba y destrozar el sistema para ganar todas las disputas, pero con un poco de honestidad y visión a medio plazo, uno puede aprender a que esa nota sea sincera, y a ceder sin agravio en aquello en lo que, de verdad, nos va menos que a esa otra persona con la que hablamos y que sí que nos importa. 

Incluso (a uno le gusta rizar el rizo), si esas trampillas se van dando y uno numera siempre más alto que el otro, se podrían asignar digamos 100 puntos al mes, para que los gastes como quieras, de forma que si te has tirado un 9 para no sacar hoy la basura, a lo mejor no te quedan puntos cuando quieras pedirle a tu pareja que deje de ser impuntual. 

Veo la analogía entre ambos sistemas, porque ambos son formas de "discutir sobre lo que se discute", sobre cómo y cuándo, de salir del marco de referencia inmediato de lo que está pasando en ese instante al de "Me importa mucho más mi relación contigo que lo que estamos discutiendo en este momento. Tu uso de la palabra de seguridad o de la puntuación que esto te merece, me recuerdan esto, me sacan del conflicto de "ahora mismo" para llevarme a los cuidados y el afecto que nos ha llevado a querernos e importarnos mutuamente, y en honor a eso, soy capaz de pararlo todo y reconsiderar ahora mi postura".

Casi veo en mi mente el recurso cinemático, con un zoom rápido hacia fuera y una serie de flashbacks, que llevan a la pareja que discute en pantalla o por Whatsapp a través del tiempo y el espacio por todas aquellas cosas que les unen, y acaban dejando muy pequeño el choque de la escena inicial, siempre que ambos sepan usar y respondan a este metacódigo. 

 El uso de estos códigos, entonces, implica una responsabilidad con múltiples facetas: la de conocerlos, la de respetarlos cuando se empleen, la de usarlos con responsabilidad y no como armas arrojadizas o herramientas para "ganar" en el corto plazo... y la de no dejar de usarlos por miedo a las consecuencias cuando el momento lo requiere.

La experiencia me ha enseñado que se nos olvida casi siempre dar a la parte D acceso a este recurso. La seguridad no sólo de que escuchará un importantísimo "Lilith" a tiempo, sino de que podrá pronunciarlo cuando así lo necesite, para pararlo todo y ser considerada de forma anterior y completa como aquella persona que libremente se metió en un embrollo que en ese preciso momento no sabe manejar, y apelar a esos cuidados y límites previos y anteriores que deben sostener cualquier relación humana digna de ese nombre y de dos personas que se han implicado tanto la una con la otra como para llegar a esos parajes... 

En definitiva, creo que la capacidad de relacionarnos depende mucho de la que desarrollemos para sabernos complejos, multifacéticos, y para saber que para poder abrazar todo lo que el otro es y puede llegar a ser, necesitamos estos múltiples niveles meta, con sus códigos meta y sus escalas de importancia, que nos permitan tratar cada asunto en su dimensión adecuada, y con aquella versión de la persona que está al otro lado de la mesa con la que verdaderamente han de tratarse.

jueves, 24 de octubre de 2024

Los Reveses



 Cualquiera que haya leído el blog en los últimos años (no quizá en los inicios, aquello era otra cosa) sabrá que al final como buena bitácora se ha acabado convirtiendo en un lugar en que se habla de todo menos de lo que parece que se habla. En un cristal que tiñe a donde mira y aporta su nota, pero mira ya a todas partes y no sólo hacia dentro.

Un revés personal reciente, una contrariedad, un bache, llámeselo como se quiera, es lo que me ha traído casi un año después a escribir otra página. Simplemente para mí, no simplemente para ahora, pero sí para dejar constancia de que cuando las cosas no salen como uno quiere es cuando de verdad toca conocer lo que uno es.

Si suena a autoayuda, a lo mejor lo es. Eso de la auto-ayuda no debería estar tan denostado, ¿no os parece? Si Woody Allen decía (la cita es de Ismael Serrano, a saber si es exacta) que la masturbación era hermosa porque al final se trata de hacer el amor con uno mismo, ¿cómo hemos llegado hasta el punto en que parece un poco ridículo, un poco inútil esto de "auto-ayudarnos"? Aunque sí sabemos cómo: por el abuso de la forma sin entrar a conocer el fondo. Por libros como "El Secreto" o "Quién se ha llevado mi Queso" que triunfan en las librerías cuando ya teníamos las "Meditaciones", "La insoportable levedad del Ser" o "El Hombre en busca de Sentido". (Las mayúsculas no son "reglamentarias, pero son las mías).

Así que reflexiono y me auto-ayudo, repitiéndome un mantra en el que de verdad creo y que nunca sobra en ningún buen enfoque de la vida: cuando parece que el mundo está en tu contra, que las cosas no son como quisieras o tus expectativas se truncan, es el mejor (quizá el único) momento en que puedes conocerte a tí mismo. Si te levantas o bajas los brazos. Si mirás atrás o hacia delante, si te dejas caer sobre los tuyos o les animas a confiar en que tú no te rindes porque vengan mal dadas.

No me ha ocurrido nada trágico. Tampoco es necesario. Tengo para mí que como se enfrentan las pequeñas trabas se enfrentan las grandes y que quien sabe perder un avión con una cierta sonrisa y un "qué se le va a hacer", vendrá luego mejor equipado para otros reveses de la vida.

Por darle la reflexión "cuartomurera", es algo que observo también en mis interacciones aquí, o en fiestas, o en planes y plantones. En la aceptación de lo irracional del otro, de su capricho, de su deseo o falta del mismo, de su incoherencia o aquellos pequeños gestos en que sin casi darse cuenta nos hace pequeños cortes como de papel, se esconde (cuando es bien entendida, reflexiva y realmente "aceptada") no una debilidad conforme y rezagada, sino la fuerza de quien mira a la vida como lo que es: a ratos incomprensible, al final siempre injusta, corta, muy corta, siempre pareciendo tener lugar justo donde nosotros no estamos, y a la vez tan interesante, tan sumamente intensa cuando quiere deslumbrarnos y tan llena de misterios que por más que nos lo neguemos a nosotros mismos, no quisiéramos bajarnos nunca. 

Esa sensación existe, aunque nos huya. Y de ella se puede llegar a la aceptación de los reveses, no ya sólo de los cotidianos o fortuitos, si no de aquellos que nos causa la mirada del otro, la incomprensión del otro, sus deseos encontrados... y por fin, de ahí, a la auto-ayuda; a la auto-comprensión. A la aceptación de la propia impotencia y a la capacidad de tratarnos a nosotros mismos como trataríamos a alguien a quien queremos bien, algo que nos cuesta siempre, a todos.

Así que sí, hoy es un mal día "desde fuera", pero la realidad no es esa. La realidad es la propia, la que se decide, la de Sócrates tomando la cicuta y siendo libre a ultranza en la aceptación de la condena.

 Consigo sentirme liberado, con un peso menos sobre los hombros, en constatar que si en estas circunstancias puedo conocer lo que soy, lo que soy es alguien que se cree lo que predica, que ha leído a Seneca no como a "otro hombre" sino como "yo, hombre", y sentir la realidad de que esos reveses pueden convertirse en un regalo de claridad y una cicatriz a llevar con orgullo, donde pequeña o grande diga: "esto tampoco va a poder conmigo".

Huirá de mí, como todo. Todo pasa y sólo quedan las palabras. Pero al menos hoy son estas, y cuando el próximo revés llegue, harás bien en recordarlas.





martes, 15 de marzo de 2022

Feministas, Feministos y Aliades

De los aliades se puede decir cualquier cosa, que se lo merecen. (Ojo, que esto también es sexismo)

Empezamos, como es costumbre, por las obviedades: es inaceptable discriminar a una persona por su sexo, raza, identidad, credo u orientación sexual. También lo es por su forma de vestir,  la música que escucha, el equipo de fútbol al que anima, su nivel socioeconómico o tener un apellido que nos suena ajeno.

Tenemos mucho por lo que alegrarnos de las injusticias que hemos ido dejando atrás en este sentido, y mucho más por recorrer. Pareciera (por los medios, al menos hasta que Putin puso de nuevo el miedo en todos nosotros) que sólo o principalmente en materia de sexo, género y orientación, pero no: la aporofobia se agrava, los extremos políticos se distancian, el inmigrante sigue en el punto de mira y la desigualdad aumenta en casi todos los paises que entendemos como "occidentales".

Sin embargo, como yo aquí he venido a hablar de mi libro (si no te suena la referencia, o Paco Umbral, a lo mejor una de las cosas que nos separan son unas cuantas vueltas al sol), y habiendo ya hecho una primera aproximación en ¿Soy un señoro cisheteronormativo? ¡Yo creo que no! (Pero estoy abierto a opiniones),  pues vamos con lo mío, y cada cual que reme por su bote.

Me da la impresión cuando intervengo en cualquier conversación que toca estos temas, de que existe un a priori sorprendente: cuando se habla de igualdad, hemos de partir de que, como hombre (sí, vale, ¡y cishetero!),  lo único adecuado es callar y escuchar, porque nada puede aportar quien no ha sido (o se ha sentido) mujer.

Que es un elemento discriminador basado en el sexo, no se le escapa a nadie. O en el género, o en la orientación, elija usted su veneno... Que es un argumento falaz, creo que a casi nadie. Como sociedad todos nos reservamos el derecho a opinar de casi todo, puesto que a todos nos afecta, y nos resultaría absurdo decir que sólo los que viven junto al mar pueden tener un sentir sobre la protección de las playas, o sólo los que comen carne tienen derecho a preocuparse de cómo se trata a los animales de granja.

¿Estarán dispuestos los veganos a aceptar que nada tienen que decir sobre los mataderos, o los que están exentos de pago del IRPF que en nada tienen derecho a opinar sobre los presupuestos del Estado?

Y sin embargo, cuando uno intenta participar de este debate, a mucha gente por lo demás cabal y aparentemente normal, le parece propio que no existe ese derecho a la participación meditada y respetuosa, si no sólo el silencio o la reverencia, la aceptación de la doctrina ajena (como si hubiera una sola doctrina, o un sólo feminismo, pero en cualquier caso, la de la mujer que uno tenga en frente en el debate de turno) y "no te pongas estupendo, José Ramón, que se te ve el plumero".

A los hombres, en algunos foros, se nos ve el plumero y el patriarcado y la influencia de nuestra rancia educación incluso antes de abrir la boca, y según uno diga "A es el caso" o "No A es el caso", será señoro o aliade, pero nunca participante legítimo.

¿Que por qué siento legitimidad? Si no vale el hecho mismo de ser un participante más de una sociedad que se pretende plural e igualitaria (y habría de valer), incluyamos la que se deriva de la ocupación más principal que uno puede tener: por ser padre. 

Siendo perfectamente legítimo que Lola, 56 años, soltera, psicóloga, sin hijos, opine a grito pelado sobre la educación de las niñas, el trabajo sexual, los cuerpos en la publicidad o los pronombres inclusivos, por lo que puedan todos estos asuntos influir en el mundo en que Lola vive y que tras Lola quede... ¿no será igualmente válido (argumentaría que más incluso, puesto que el motivo es menos individualista en origen) que Luis, 42 años, casado, enfermero, con dos hijas, se interese de forma sincera y quiera formar parte de todos esos debates desde el deseo de crear el mejor de los mundos posibles para sus niñas?

Si antes de ser padre no aceptaba este silencio forzado, siéndolo me es inimaginable. 

Si alguien no entiende que no hay mayor "ismo" ni más elevado que el que uno siente por sus hijas e hijos, poco conoce de la condición humana. Si el feminismo que viene no entiende que los cismas de una sociedad no se pueden atacar dividiendo, que discriminación sexual es también mandar callar a la mitad que te es extraña, y en definitiva, si no se nos permite a los que más sinceramente queremos un mundo mejor para las mujeres (para todas las mujeres, elijan mis pequeñas el camino que elijan en su vida) participar y poner nuestro granito de arena para crearlo, ni es igualdad, ni es feminismo, ni es debate, ni podrá triunfar en eliminar aquellas partes más feas de nosotros que en realidad encarna.


lunes, 31 de mayo de 2021

Con la misma moneda..


Igual te resulta familiar, más o menos lejano según si la última vez que "ligaste" fue en el instituto o si andas paseando por Tinder o cualquier página para contactos, para swinger o análogos con regularidad.

Empiezas a hablar con alguien, todo va fenomenal y hay una pequeña chispa de conexión e intereses compartidos... Esto te lleva a escribir más, a contar más, a demostrar mayor interés... Y de repente, como de la nada, casi puedes palpar como ese interés se esfuma al otro lado. Rara vez esa persona te lo va a decir pero las respuestas se hacen más cortas y espaciadas, las ideas de un encuentro nunca encuentran fecha y van resultando vagas, y en un momento determinado te ves ante el dilema de expresar claramente tu interés genuino y pedir un "veredicto" para dejar de sentir que quizá esa otra persona ya sólo contesta por cortesía (quizá, piensas, simplemente no es un buen momento, o tiene lío, o está organizando un viaje, o vaya usted a saber) o responder al desdén con el desdén, sabiendo que quizá eso hará que unos días después al otro lado se pregunten dónde te metes y pueda empezar un agotador tira y afloja. Normalmente (con excepciones) es sólo nadar para morir a la vista de la orilla, y no llevará a nada.

Creo que todos hemos estado a los dos lados de esta historia, aunque yo intento conscientemente huir de esta dinámica, tanto en uno como en otro. No porque no sienta las mismas pulsiones o sea inmune a esa sensación tan humana de que deseamos lo escaso y devaluamos lo "fácil", si no porque como en tantas otras cosas, creo que me sienta mucho mejor luchar y sobreponerme a mi primer instinto,

Al fin y al cabo, la comedia de Agustín Moreto que arriba veis la leí en mi primer año de instituto y aparte de hacerme reir a carcajadas me hizo ya entonces desear escapar de sus advertencias en mi vida personal. El éxito ha sido irregular, pero el esfuerzo no cesa. ¡La comedia no puedo hacer otra cosa que recomendarla a todos! Cualquiera podrá verse en ella reflejado de una forma u otra... aunque no tan agaraciado como quisiera...

¡Y dado que ya no tiene derechos de autor, la cuelgo aquí!

https://www.webeac.org/wp-content/uploads/2014/10/3Agust%C3%ADn-Moreto-El-desd%C3%A9n-con-el-desd%C3%A9n.pdf

Decía mi abuela, con esa sabiduría que sólo puede tener una asturiana que apenas pasa el metro cincuenta y ha levantado una familia en la postguerra (todos sabemos que esa generación en saber de la vida nos da mil vueltas, aunque sólo sea porque no les quedara más remedio) que "más vale ser engañado que ser desconfiado". 

Yo pensaba que era un dicho popular, como su "nunca lluviú que noscampara", pero no he sido capaz de encontrarlo en esa forma en ningún sitio, con lo que me siento en la obligación de compartir esa perla siempre que puedo, para que no se pierda. Lo más aproximado que he encontrado sería:

„Es más vergonzoso desconfiar de los amigos que ser engañado por ellos“ — Jean de La Bruyere 1645 - 1696

Está claro que la idea es tan antigua como las relaciones humanas, y como tantas y tantas cosas, no tiene "solución", así que cada uno la resuelve a su manera. Y yo veo que en el fondo además de que nos gusten las cosas escasas y brillantes, cual urracas, hay bastante de esta reflexión en el fondo del fenómeno.

Incluso teniendo en cuenta el "Efecto Coolidge" de la entrada anterior, y sabiendo que los encuentros de este tipo pueden ser las más de las veces como barcos que se cruzan y no se vuelven a encontrar, creo que late un poco esa necesidad de protegernos. No sólo de seguir el instinto de que hacernos algo más "inaccesibles" aumenta el valor percibido (todos lo sabemos, es uno de los cimientos más firmes del marketing o de cualquier actividad en que un humano quiere convencer a otro del valor de algo), que también, si no de que quien nos interesa de forma genuina de primeras, es quien más puede acercarse a dejarnos una herida si al final nos falla. Y cualquier herida duele, aunque sea superficial y cure rápido... ¡si no que nos lo digan a los que somos torpes y siempre nos acabamos cortando con algún folio!

Así, veo peor cubrirme las espaldas de inicio y ser el primero en ocultar mi interés o maquillarlo cuando alguien se me cruza que lo merece, que llevarme el jarro de agua fría por demostrar un entusiasmo que genuinamente siento. Decido arriesgar y tender la mano, aún sabiendo que a menudo de esto pueda derivar un interés menor de la otra parte. 

Lo hago como declaración de intenciones y aprovecho este post para explicarlo: no me sobra el tiempo ni me falta el criterio. No regalo mis palabras ni mis ratos a cualquiera porque sé que el tiempo y la atención son dos riquezas de las que nadie puede tener más que otro y que se han de administrar bien.

Por eso precisamente, si me interesas, si te dedico mi tiempo, me interesas de verdad, creo de verdad que hay algo, grande o pequeño que podríamos experimentar juntos, o aprender el uno del otro. Sea el destino una cena, una risa, una noche de lujuria o un choque dialéctico, has llamado mi atención y prefiero ser "engañado" que ser desconfiado en mostrarla tal cuál es. 

Quizá así entendido se vea que si pese a cierta indiferencia persisto, no es porque valore poco mi tiempo o mi criterio, si no porque lo tengo en gran valor, y una vez que lo regalo, quiero asegurarme cuando menos de que si incluso no se va a aceptar, se haya recibido alto y claro.

Agradecería siempre ser pagado con la misma moneda, y que si la vida es muy corta para jugar al desdén con el desdén, nos queramos unos a otros lo suficiente para saber que es muy corta para pagar el interés sincero con la indiferencia no aclarada...

Esta "misma moneda" puede ser una simple línea que diga "he cambiado de idea, no quisiera seguir charlando contigo" o que diga "no es el momento, pero me resultas interesante y no me pesa admitirlo, ¿qué te parece si te escribo yo en unas semanas, cuando lo sea?" Sienta fenomenal cuando ocurre, es refrescante, y al fin y al cabo, cualquier desconocido es sólo un amigo en potencia... Y a todos nos gusta tratar lo mejor que podemos a los amigos, ¿no es cierto?

No sé si conseguiré cambiar alguna opinión, pero prometo no cambiar la mía. Desconocida de internet, si me has llamado la atención, voy a asegurarme de que lo notes, porque tengo tiempo para juegos (de eso se trata), pero no para el de ponerme caretas y ocultar mi entusiasmo o maquillar mis intenciones.

¡Espero que sea para bien!

Efecto Coolidge


El Efecto Coolidge toma su nombre de una supuesta anécdota atribuida al trigésimo presidente de los EEUU, Calvin Coolidge, y su esposa, en una visita a una granja.

 La broma es más o menos así:

Al Presidente y la Sra. Coolidge les estaban mostrando por separado una granja experimental gubernamental. Cuando la Sra. Coolidge accedió al área de las gallinas, advirtió que uno de los gallos se apareaba continuamente. Le preguntó al encargado por la frecuencia real de estos apareamientos, y éste le respondió: «Docenas de veces al día». La Sra. Coolidge dijo: «Por favor, mencióneselo al presidente cuando pase por aquí». 

Tras habérselo contado, Coolidge preguntó: «¿Con la misma gallina cada vez?». La respuesta fue: «Oh, no, señor Presidente; con una gallina distinta cada vez». Coolidge concluyó: «Por favor, mencióneselo a la Sra. Coolidge»

Aparece mencionado con ese nombre desde 1958, y aunque en forma de anécdota pueda producir enojo, sonrojo o cachondeo, según, corresponde a una realidad experimental en modelos animales.

Es fácil encontrar artículos tanto de biólogos, como de encocrinólogos, genetistas o sexólogos dando puntos de vista distintos sobre esta realidad empírica. En su formulación experimental clásica (os invito a mirar directamente el artículo de Wikipedia, que os hará gracia) se refiere a ratas, pero se ha podido documentar incluso en escarabajos, peces... Se podría decir que es un comportamiento casi universal entre los seres de reproducción sexual, por la clara ventaja evolutiva que implica la estrategia.

Ahora bien, si nadie duda que somos animales, tampoco nadie duda que nuestro córtex frontal y nuestra cultura muy a menudo nos llevan a comportamientos que no están del todo alineados con los de nuestra inclinación inicial, y por buenas razones.

 Así pues, no vengo aquí a soltar el efecto Coolidge como justificación "natural" de mis devaneos, porque no creo en absoluto que "natural" sea equivalente de bueno. 

Seguir mi inclinación "natural" podría llevarme a devolver una falta sin mala intención en un partido de futbol con un puñetazo (no lo hago porque conozco las reglas del juego del fútbol y las reglas del juego social, y decido respetarlas), a coger algo que no es mío si me apetece (no lo hago porque entiendo los beneficios del respeto a la propiedad privada) o a la glotonería y la pereza (no lo hago porque conozco sus consecuencias acumulativas sobre mi futuro).

Eppur si muove... En mi caso sí reconozco que el Efecto Coolidge entra en mi modo de deseo, en mi comportamiento sexual y en mis preferencias por una u otra situación o mi propio... desempeño sexual en determinadas fiestas o compañías en que el deseo parece inagotable, en contraste con otras en que parece que nos elude. 

En el escenario experimental original, una rata macho se aparea hasta el agotamiento con varias hembras, hasta que llega un punto en el que esas hembras no consiguen que lo haga de nuevo ni aunque le estimulen de diversas formas. Sólo la entrada de una hembra nueva en la ecuación hace que encuentre las energías para una última bala... (¡No vale enfadarse conmigo o con "los hombres" por una observación experimental en ratas!)

¿En que consistiría este Efecto Coolidge ya algo más "pensado" que el de las ratas no obstante? En que sí, es cierto, en esto de las travesuras con poca ropa, que una mujer (soy heterosexual, así que una mujer es en mi caso) sea una nueva amistad, le da un plus de interés. Puede ser efímero, puede morir por poca cosa, pero está ahí en cualquier caso, y su peso se deja notar tanto en las conversaciones de whatsapp como en las miradas en un local o los km que uno está dispuesto a recorrer para una cena. 

Puedes ser consciente de ello y mitigarlo o sacarlo de la ecuación, puedes valorar otros mil factores diferentes que apaguen su influencia, pero Coolidge está siempre ahí acechando, nos guste o no.

Uno de mis podcasts favoritos es "Cautionary Tales", de Tim Harford. 

https://timharford.com/articles/cautionarytales/

En un episodio concreto y reciente, Tim comienza a contar la historia de Claude Shannon (no encaja bien aquí, pero escuchadlo... es un genio fascinante) con la moraleja de los peligros de no mantener un propósito bien enfocado en nuestros esfuerzos... para acabarlo con una reflexión que no es nueva pero que resume muy bien sobre los recuerdos, la experiencia comprimida y el paso del tiempo. Shannon es el padre de la teoría de la información moderna, y el que estableció el marco matemático y conceptual sobre cómo la información se describe, almacena, transmite y comunica. Si sabes lo que es un bit, agradéceselo a Shannon.

https://timharford.com/2021/05/cautionary-tales-fritterin-away-genius/

"One of the intriguing ideas in Shannons mathematical theory of communication is that the message can be compressed to the exact measure that it is predictable [] The same is true of the way we remember our lives. A life that's too predictable creates few memories; life in lockdown was thin and forgettable. If you want a full life, keep searching new experiences"

¿Qué tiene esto que ver con nosotros?

Bueno, la compresión de un mensaje puede ser mayor o menor cuanto más previsible sea el mensaje en si mismo. Si el mensaje permanece casi inalterado durante mucho tiempo, sólo necesitamos describir sus pequeños cambios. Si da grandes saltos, necesitamos mucho más esfuerzo para reflejar esa novedad.

Esto lo hemos experimentado todos en nuestra vida cotidiana. ¿No? Sí. Por ejemplo, cuando en una película una escena es muy estable, la definición es fantástica. En cuanto empieza la batalla y hay cientos de actores repartiendo estopa por la pantalla, es fácil ver pequeños cuadrados que hacen la imagen algo borrosa y que representan la imposibilidad de representarla con la misma fidelidad por el algoritmo de compresión. O se aumentan mucho los datos, o se pierde detalle, no hay otra opción.

Pero no sólo nos pasa al ver Netflix. 

Viajar es esto. Probar otra cocina es esto. Escuchar un género musical con el que no estás familiarizado o leer una novela sorprendente, es esto. Tres días en Roma parecen el equivalente a tres semanas en casa en nuestra memoria porque los estímulos tan diferentes llenan cada día haciendo que sea difícil aglutinarlos en un sólo recuerdo continuo; se sazonan de momentos, de imágenes, de eventos, y resultan mucho más ricos por ello, con lo que el tiempo parece haberse alterado.

Sospecho que mi inclinación a dejarme llevar en ocasiones por el Efecto Coolidge también es esto; son las ganas de viajar y sentirse un poco nómada, la tentación de ver una cueva y entrar a ver hasta dónde llega, la emoción de no poder parar de leer hasta decubrir cual de los desenlaces imaginados ha elegido el autor del libro... y en este caso la de los cuerpos no explorados, las fantasías no desveladas, esos movimientos "Out of Book" que hacen la vida un poquito más picante. Son las variaciones Goldberg de las que hablaba ya en otra antigua entrada.

Nos dice Tim:

"One of the intriguing ideas in Shannon's mathematical theory of communication is that the message can be compressed to the exact measure that it is predictable [] The same is true of the way we remember our lives. A life that's too predictable creates few memories; life in lockdown was thin and forgettable. If you want a full life, keep searching for new experiences"

Y a mi, buscando otras experiencias, me vienen a la mente otros dos libros que recomendar, y se me hace curioso pero extrañamente apropiado que en una entrada sobre ratas que no paran de buscar echar un polvete nos aparezcan Shannon, Hofstaedter y los algoritmos de la vida... porque se trata de la diversidad de los intereses y de desafiar la compresión de nuestra experiencia, ¿no es eso?

Esto no significa que nuestro único propósito sea la novedad. Somos mucho más complejos. Muchos esquiadores dicen que el mejor momento del día es quitarse las botas. Muchos viajeros hablan de las delicias de volver a casa. Muchas parejas swinger te dirán que lo mejor después de un finde de locura es despertarte el lunes en tu cama, en tu casa, con tu pareja y tus rutinas y poder vivir tu vida cotidiana con una sonrisa y ninguna herida.

En "Algorithms to Live By" se describe también este esquema matemático. El equilibrio entre exploración y confort va cambiando a lo largo de la vida, y por supuesto de una persona a otra. A veces quieres ir a tu restaurante favorito y pedir "lo de siempre", a veces quieres probar el nuevo que ha abierto en la playa, aunque el estilo no es el que más te va y ves probable que cuando llegues a casa te hagas un sandwich para compensar el platito de cocido deconstruido por el que has pagado 60 euros.. No hay una sola respuesta, nadie "tiene razón" y ni siquiera uno hace siempre las cosas de la misma manera. 

https://algorithmstoliveby.com/

Nadie dice que vale todo. Hay que tener en cuenta a tu pareja, a la persona que acaba de despertar tu interés, tus acuerdos previos, los posibles inconvenientes y sensaciones propias y ajenas que derivan de dejarnos llevar (y es que es distinto "dejarse llevar" como decisión consciente de seguir un impulso que "ser arrastrado", como imposibilidad de resistirse a él).


Jamás diré que este fuego nunca quema o que escuchar determinados instintos no entraña ciertos peligros. Recorrer los caminos a los que lleva cruzar el cuarto muro es una aventura entre otras cosas precisamente porque también arriesgamos algo de nosotros en el proceso. Instintivamente pensamos que lo conocido es seguro (incluso "lo malo conocido") y que nada nos ocurrirá si no nos salimos del camino. Olvidamos entonces que inevitablemente nos salimos, y que a veces el dolor más intenso es el del arrepentimiento de las vidas que no viví y las veces que no arriesgué, más que el de lo que perdí cuando fui fiel a mí mismo.

Resulta al fin que "Coolidge para humanos" deja de ser sólo una derivada de las estrategias de los machos para pasar sus genes a la prole para ser una faceta más de cómo elegimos vivir y experimentar el equilibrio entre nuestros deseo de estabilidad, confort y seguridad, y nuestro deseo de aventura, incertidumbre y de una vida que desafíe a la compresión y a la posibilidad de ser descrita en pocas líneas....

Por esto, al hablar del efecto Coolidge aquí, no animo a nadie o justifico nada. Tan sólo quiero reflexionar sobre mis por qués y que el lector, si en algo nos parecemos, se sepa acompañado. No debes tener "más nuevas experiencias" por conocer esto, ni debes dejar de reconocer la belleza del rostro familiar, del sabor favorito, de tener "tu mesa" en el bar de abajo... 

Yo diría vive, mezcla, explora en la medida que quieras, pero al menos si tienes las pulsiones que yo.. acompañame en lo que un griego supo ya escribir en piedra en Delfos: Nosce te ipsum (en latín, claro), conócete a tí mismo, quizá es el único camino.


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(Lo que sigue es una reflexión para quien quiera explorar mis locuras, y algo que no debe leer quien no quiera que le duela la cabeza intentando imaginar de qué está hecha la realidad en un post del blog en que menos se lo podría esperar. Leáse bajo su propia responsabilidad.)

https://es.wikipedia.org/wiki/G%C3%B6del,_Escher,_Bach:_un_Eterno_y_Gr%C3%A1cil_Bucle

En Godel, Escher, Bach, uno de los libros que nunca acabo pero nunca poso, se describe de forma hermosa la perplejidad del Zen relacionada con la "renormalización de las partículas subatómicas". No nos asustemos, tiremos sólo de imaginación:

Las partículas subatómicas, digamos, el fotón, existen a la vez en muchos estados diferentes. Esto es inexplicable para nuestro sentido común, pero es innegable para nuestros experimentos. Es más, en cualquier momento, se transforman en cualquier otra cosa; sabemos que un fotón puede transformarse en un electrón y un positrón, que inmediatamente se aniquilan y vuelves a tener un fotón. Parece que nada ha ocurrido, pero no: en los cálculos que hagamos sobre el comportamiento del fotón, tendremos que tener en cuenta el tiempo que previsiblemente ha pasado en forma de "positrón-electrón" para conseguir mayor exactitud. 

Pero resulta que ese electrón ha podido al mismo tiempo transformarse. Y también sus partículas "hijas", hasta el infinito. Nosotros elegimos el nivel de detalle con que queremos mirar y conocer la realidad, y en qué punto deja de tener importancia ir un nivel más allá, pero los niveles existen hasta el infinito y están a nuestro alcance.

Vivir es esto, pensar es esto, y todos los niveles son reales. Elige tu camino y nunca olvides que ninguno, nunca, puede ser "el camino".

Y ahora disfruta de algunos diagramas de Feynmann, que los hay hasta con forma de pingüino. Si eres como yo... compra el libro, y comentamos. Que no sólo de muro vive el hombre.. ;)







 

 

sábado, 15 de mayo de 2021

Mis amigos...


La amistad es un concepto difícil de definir. 

Como decía la famosa cita sobre la pornografía, no sé decir lo que es, pero la reconozco cuando la veo.

No cabe duda de que llamamos amigos a muchas personas diferentes. De hecho, a menudo nos vemos inclinados a ponerle a esa amistad apellidos, y hablamos de un buen amigo, de un amigo íntimo, de un amigo de la infancia, de un amigo del trabajo, un "colega del gym"... Intuitivamente sabemos que decir desde cuándo nos conocemos, cómo nos hemos conocido, qué hacemos juntos o con qué frecuencia nos vemos aporta información sobre algo que de lo contrario es muy indeterminado.

¿Tipos de amigos? Tienta decir que tantos como amigos en sí.

Esta el amiguete con el que quedas a hacer algo divertido; unas partidas en la consola, una pachanga, salir a correr por la playa... Con el que sólo hablas de cosas banales, ni siquiera tienes claro si ahora mismo tiene pareja, o de la edad de sus hijos, o a qué se dedica exactamente, pero le tienes cariño y os lo pasáis bien siempre que os veis aunque no os conozcáis mucho.

Esta el amigo del trabajo, que sabes que te guarda las espaldas y te echa un cable cuando puede, con el que te ríes en las guardias y en quien confías para comentar algunas dudas o aspiraciones, pero al que se te haría raro proponer quedar a comer un día.

Hay un colega del gimnasio al que sólo ves allí de casualidad, cuando coinciden los horarios, pero si está siempre uno de los dos se acerca, ayuda con la barra, y acabáis cambiando un poco la rutina para darle juntos y animaros. Se le ve buen tío y da un poco de vergüenza volverle a preguntar cómo se llama pero un día de estos lo cazas y a ver si ya no se te olvida más.

Éste último tiene el yang de su ying en otro con el que quedas los viernes o los sábados, vais a cenar o tomar una copa, os contáis de todo, ese día os dais abrazos y luego tres semanas después le vuelves a ver, te dice que ha estado ingresado por una apendicitis, y ni te extraña no haberte enterado.

Hay otro de cafés, de pascuas a ramos, pero que escucha de tí cosas que casi nunca dices en voz alta. Por lo que sea no compartís muchas aficiones, pero sí pensamientos e inquietudes, y sois el uno para el otro una buena caja de resonancia para rebotar ideas y preocupaciones. Es terapéutico y agotador al mismo tiempo, porque ya te conoce bien, ve a través de tus disfraces, y estar desnudo mucho tiempo siempre acaba dando frío, así que os vais dosificando.

Hay un colega que sólo te va a llamar para que vayas a su boda. Desde ahí, igual no le ves hasta la comunión del nene o la boda de su propia hija, pero no se olvida de avisarte, y a ti tampoco se te va a pasar contar con él para tu fiestón de 40 cumpleaños.. ¿Quién sabe por qué? Ese es el lugar que ocupa en tu vida.

Aunque duela decirlo, hay amigos que ponen más de su parte; que escriben, que llaman, que organizan, y a veces te apuntas y a veces no, pero siempre cuentan contigo aunque los dos sentís que la reciprocidad no es del todo equivalente... O somos nosotros los que estamos al otro lado de la barrera. 

Hay algunas personas que conoces en un viaje o una situación concreta, con fecha de caducidad... a quien sabes acercarte inmediatamente en pocos minutos y de forma instintiva, con quien compartes unos días de tremenda cercanía, y de quienes te despides expresando muy buenas intenciones de permanecer en contacto, sabiendo ambos que no será así... Y de alguna forma respetando que ese carácter efímero es un valor de lo que habéis compartido, y no un defecto.

Está por fin (son todos los que están pero no están todos los que son) ese amigo con el que compartiste una vez casi cada hora del día... ahora vive lejos, tiene sus cosas y habláis una vez al año pero que si un día te llama y te dice que está pasando un mal momento y te necesita, sabe que te montas en un coche y te plantas donde sea, sin hacer más preguntas que "¿llevo cervezas o ginebra? Va, mira, llevo las dos y ya vemos qué pedir de cena".

He usado intencionadamente "amigO" o simplemente "persona" porque sabemos de sobra que si dices amigA, la interpretación cambia, ¿verdad? Relea usted si quiere todo lo de arriba sabiendo que soy un hombre heterosexual y a ver qué le salta a la cabeza de primeras.

Creo que parte de mi deriva hacia explorar el poliamor surge del rechazo que me produce la idea, muy extendida entre algunos, de que la amistad entre hombres y mujeres es difícil o imposible, porque o bien se mezcla con la atracción sexual que uno o ambos experimenten, o bien no puede tener naturaleza propia. (Otros factores de esta deriva pueden ser el Efecto Coolidge, que tendrá su propia entrada, y por supuesto una reflexión sincera sobre el origen de los celos o el instinto monógamo, al menos en mí mismo y sospecho que en muchos de nosotros, que algún día abordaré también).

Así, o bien hay amistad porque "se quiere algo más", o bien hay amistad porque "no, es que ella es como un colega", pero parece haber quien no concibe que haya una amistad propiamente dicha, porque al entrar el factor atracción en la mezcla, o existe y prevalece, o no existe y hay algo que se echa en falta.

El "es que no podemos tener nada porque yo te veo como un amigo", la tensión sexual no resuelta, o las relaciones de "amistad" en la que uno de los dos muestra un interés persistente de origen romántico y el otro deja que se camufle tras una actitud amistosa que le beneficia por diversas razones, son parte del drama de corte juvenil que todos nosotros hemos vivido cuando estábamos aprendiendo a manejar nuestras hormonas, nuestros deseos y nuestras relaciones con las personas que los protagonizan (drama y tropiezos que algunos nunca superan).

Conozco por supuesto ese concepto de "amigos con derecho a roce", "follamigos" o cómo se quiera dar en llamarle, y en cierta forma lo celebro, aunque no sé si no se ve a menudo también como la antesala de otra cosa o como una forma imperfecta y a medio acontecer que se acabó quedando en nada.

Yo en cambio creo que tengo amigas (¡y parejas amigas, rizando el rizo, donde con ellas si hay un componente sexual pero con ellos no y sin embargo hay amistad con ambos!) que lo son con todas las letras, y con las que puede o no haber sexo. Esto es, la amistad que nos une ni se basa en el sexo ni se ve manchada por él cuando nos apetece tenerlo y dura y crece por sí misma, con periodos en los que nos buscamos sin ropa y periodos en los que hablamos de qué tal llevas el confinamiento o nos mandamos memes de tonterías.

Y no es que yo sea especial o mejor que nadie en esto de relacionarme... Tan sólo precisa un cambio de perspectiva. En realidad, cuando lo consigues, es más fácil que el que tenemos por habitual y desactiva muchos de los problemas de relacionarse con el sexo opuesto (en mi caso el sexo opuesto es el objeto de deseo)... 

Me resultaría interesante por ejemplo que un día un hombre o una mujer homosexual nos hable aquí de la amistad y la atracción con hombres y mujeres. Es fácil sospechar que será este mismo fenómeno el que hace que todos podamos observar que muchos hombres gays tienen multitud de amigas o en su caso amigos hetero, pero ciertas dificultades para relacionarse con amigos gays, por ejemplo. 

Cabría pensar que es más fácil para dos hombres heterosexuales ser amigos porque es más común que sean más parecidos y compartan ciertos intereses, pero este ejemplo rompe esa simetría y, siendo a priori más sencillo que tengan intereses comunes dos personas homosexuales del mismo género, parece que la posibilidad de que exista o no atracción sexual es la que rompe la baraja.

(Soy consciente de que estoy poniendo ejemplos típicos y hay infinidad de gente que se sale de la norma... ¡Menos mal! Pero todos sabemos cuál es el ejemplo por algo: es de hecho muy frecuente y por tanto una heurística útil).

Este cambio de perspectiva es lo que considero que entronca con las inquietudes poliamorosas. Poliamor para mi no significa querer a muchas personas de la misma manera, o "tener varias parejas" como leo por ahí, o "estar con mucha gente es como si no estuvieras con ninguna". 





Y aunque hemos dicho en otra entrada que "everything is about sex", no lo tomemos al pie de la letra. Para mi estas inquietudes derivan del hecho de que precisamente no todo es sexo y de que de un encuentro en principio sexual como los que he tenido en estos años, han surgido relaciones especiales, personas importantes en mi vida a las que me he podido encontrar en una cama igual que pude encontrármelas en el bar de la facultad pero que han venido para quedarse. Hombres y mujeres muy importantes para mí, que espero que sepan que son mucho más que el deseo de su cuerpo. 

Por alusiones y por dejarlo muy claro: creo firmemente que puede existir la amistad entre hombres y mujeres (heterosexuales, se entiende). Y creo que además al margen de si se atraen o no. Tanto es así que considero que tengo amigas que me atraen y con las que he follado pero ya no, o de cuando en cuando, amigas que me atraen con las que no he follado, amigas que no me atraen y sin embargo son importantes para mí, y todo el abanico que se le pueda a alguien ocurrir, y que mi capacidad de separar sexo y sentimientos de corte "romántico" tiene en este caso un efecto positivo: puedo concebir esa amistad sin que se defina a partir de los cajones "¿hemos tenido sexo?" o "¿tendría sexo con ella si pudiera?". En este caso, la incapacidad de separar una cosa de la otra, hace a menudo que "salga perdiendo" la amistad, al ser el sexo tan poderoso, y así, perdemos todos. 
 
Es cierto, no obstante, que cuando uno tiene estas inquietudes, suponen una línea roja con determinadas amistades y eso limita la intimidad. Alguien en los comentarios (en otro foro) hacía la distinción entre sus "amigotes", de cervezas, del trabajo, de barbacoas, pero no de noches locas y desconocedores de su faceta fetichista, y sus "amigos", con los que además de hacer una barbacoa se puede sincerar sobre dónde fue el sábado por la noche o la ilusión por su próxima fiesta BDSM en Cap o el gangbang que está organizando en un local. 
 
Es imposible compartir todos tus intereses con alguien, claro. No cualquiera va a querer hablar conmigo y saltar con el mismo interés entre videojuegos, AI, medicina, juguetitos de domótica o el último libro de Richard Dawkins. Esto está entendido, pero es cierto que por desgracia si yo le hablo a alguien de Dawkins y no le interesa simplemente echa un bostezo, pero si le hablo de una fiesta liberal en la que estuve la semana pasada, como mínimo se queda ojiplático y a lo peor acabo con una etiqueta no deseada y cambia su consideración sobre quién soy o la confianza que merezco. Así que sí, hay amigos a los que puedes contarles todo... y amigos a los que tienes que ocultarles por omisión o con mentirijillas una aparte de tu vida, y eso tiene un precio innegable a pagar en cercanía.

Si queremos hacer el análisis gráfico de la imagen anterior, podría decirse que he ido derivando desde ese "Open Relationships" al "Poliamory" porque la propia vida me ha llevado a ver que en mis relaciones con otras personas la amistad es la base y el sexo es un color más que viene y va pero al que no concedo el poder de definir o poner etiquetas absolutas... Incluso el sexo puede ser lo primero, o en ocasiones lo único, pero me niego a concederle el privilegio de ser siempre lo principal.


Yo no podía evitar pensar al oírle que la familia es como la amistad (¡o el porno!)... difícil de definir y fácil de identificar cuando la ves. Y que si uno desarma al sexo de esa fuerza totalizadora que emerge de esa moral que en ocasiones nos castiga y que se esfuerza en limitar el disfrute del propio cuerpo y culpabilizar el deseo, y que desde luego no es la mía, la amistad es como el amor. 

Léase de nuevo desde el principio esta entrada, con esto en mente, y sabrás, querido lector, por qué, desechada la pareja como un concepto de celosa exclusividad sobre el otro y renuncia al propio deseo y rechazado el sexo como un elemento totalizador que somete necesariamente al resto de lo que alguien nos hace sentir, no puede uno sino ver que familia, amor y amistad son sólo sabores del mismo caldo, donde el sexo puede ser la sal que amplifica el sabor si está en su justa medida, pero que no cambia el plato, y declararse poliamoroso sin pena ni remedio.

viernes, 14 de mayo de 2021

¿Soy un señoro cisheteronormativo? ¡Yo creo que no! (Pero estoy abierto a opiniones)




No me ha pasado sólo una vez. También es verdad que uno se va metiendo en los charcos que le apetece, y supongo que de alguna manera se lo acaba buscando, pero ya me han llamado varias veces "señoro".
Ese señoro se ha acompañado en ocasiones de ese apellido de cis, o cishetero, cisheteronormativo, constituyéndose ya en adjetivo lapidario y derrota dialéctica segura. Y ya una vez ha pasado a un puntual "pollavieja" que me parece que entra en el insulto vulgar y sin gracia, y sí, para insultar bien hay que tenerla, so pena de quedar peor el insultador que el insultado. 

Yo de todas formas, cuando oigo algo que no me suena, siempre reacciono igual, y voy y lo busco. Sabía que bueno no iba a ser, pero resulta que dado que es un neologismo, las fuentes difieren un poco en su significado. 

Así que decido coger el de la cuenta @Dneologismos , en:


Que si bien no es la RAE, al menos parece que se especializan en este campo. 

Y nos dicen que " "Señoro" tiene un sentido despectivo, señala a los varones que tratan de forma condescendiente a las mujeres o dudan de la legitimidad del movimiento feminista. " 

 Buceando un poco, parece sacado directamente de la definición aquí recogida por la filóloga Lola Pons, que tomaremos como fuente principal (es habitual que los neologismos se definan académicamente a través de su uso en prensa escrita, mientras se asientan y cristalizan).


Luego vemos la parte de cisheteronormativo, y resulta que se define, en una web LGBTQ+ que tomamos de ejemplo, como aquel discurso que cree que la heterosexualidad y el ser cisgenero es "la norma" (en español tiene esto algunas diferencias con ser "lo normal") y debe privilegiarse por encima de otras opciones.

 

Sabiendo ya lo que me han llamado, procedo no a indignarme, que no sirve para nada, si no a preguntarme por qué. Y me meto de nuevo en el jardín.

Empiezo por una reflexión que me parece valiosa, en cualquier situación: antes de intentar arreglar algo, asegúrate de entenderlo en profundidad. 

No me considero un señoro porque si hice una crítica (y ni siquiera era tal, si no algo que tocaba tangencialmente alguna idea de esta vertiente del nuevo feminismo) no fue condescendiente, fue simplemente crítica, y no me considero cisheteronormativo porque firmemente creo que ninguna opción sexual o identidad de género debe tener de por sí privilegios sobre ninguna otra.

Sobra aclarar que "feminismo" es ahora una palabra muy difícil de utilizar. 

Hay quien se dice feminista por defender la igualdad entre hombres y mujeres. Hay quien dice que la igualdad entre hombres y mujeres es una verdad fundamental y no necesita como tesis un nombre propio, bastaría con ser no-sexista para decir lo mismo. 

Hasta aquí, hablamos de obviedades.

Hay quien, y aquí empiezo al menos yo a chocar, defiende un feminismo contra el hombre, contra "el patriarcado", contra el capitalismo, contra la opresión, contra el acoso, contra la depilación, contra el trabajo sexual, contra la pornografía, contra la carne roja, contra el sexo heterosexual, basado en el lesbianismo reivindicativo o entendiendo que el coito con penetración es violación sin paliativos.

Cuando se empieza a caer en este agujero, los conceptos se mezclan, el discurso se endurece, y cualquier voz disonante es un ataque directo y puede ser desechada con términos como señoro, que evitan con un ad hominem hablar de las ideas al descalificar de raíz al que las cuestiona.

Léanse bien ambas definiciones y llegaremos a un par de conclusiones que creo que están en el corazón de la imposibilidad que tenemos de establecer diálogos moderados cuando tocamos ciertos temas con quienes pertenecen a este movimiento. Al menos yo, veo claramente en ambas el mismo error de base:

En la primera, se puede ser señoro por ser despectivo (¡muy mal, señoro merecido!), o por "dudar de la legitimidad del movimiento feminista". Esta segunda es difícil de establecer, y claro, si el movimiento feminista la persona con la que hablo lo entiende como el feminismo de Dworkin, con perlas como: "sexual penetration may by its very nature doom women to inferiority and submission, and "may be immune to reform"", entonces sí, cuestiono su legitimidad por razones que ahora seguirán, y no merezco por ello ser insultado, por más que sus tesis y las mías difieran.

Andrea Dworkin es una de las referentes de este movimiento, y estas cosas no las digo yo, las dice ella:


Así que si estás en desacuerdo con algo, eres señoro, y no hay lugar a la réplica.

En la segunda, se mezcla aquello de entender algo como "la norma" y de considerar que se ha de privilegiar unas opciones sobre otras. Y creo que aquí también estamos mezclando y da origen a la incomodidad de muchas situaciones en las que por muy buenas intenciones que uno tenga, nunca puede llegar al nivel de sensibilidad requerido por el otro, si está por ofenderse.

Que ser cisgénero y hetero es "la norma", como que es lo más habitual, es una verdad estadística. No deberíamos cargarlo de ideología ni de intenciones ulteriores. Es lo que sabemos, es lo que se espera de la distribución en cualquier mamífero, y es por tanto lo mismo en nosotros que en todos los primates que conocemos, con cierta variabilidad pero siempre de forma muy clara.

Para esto no hay que tirar de ideología tampoco, nos podemos remitir a los datos que existen, por más que sean incompletos, sesgados, antiguos o lo que se quiera, son los que hay, y sustituirlos por los que a uno le convienen para su ideología, nunca lleva a nada bueno.


En el límite, la distribución es de un 80% para individuos heterosexuales que se identifican con el género que se les asignó al nacimiento por sus genitales externos, y un 20% de "otros" en el que cabe una tremenda variabilidad, como todos sabemos. Y muy en el límite si observamos que en una ciudad como San Francisco, legendaria para la comunidad LGBT, las encuestas arrojan en realidad un 15% de individuos que se identifican como algo distinto a heterosexual cisgénero.

Así que de nuevo no me considero cisheteronormativo, porque soy cisgénero y soy hetero, pero respeto absolutamente el derecho de cada individuo a definir su género, su orientación, sus pronombres en su vida privada (otro día vamos a este charco) y los objetos de su deseo. 

Cabe separar el saber que algo es "lo más habitual" y actuar en tu vida normal de acuerdo con esta heurística, sin ánimo de ofender y como hacemos casi todos, o creer que por ser lo más habitual es mejor que otra opción y debe fomentarse su supremacía, como no debería hacer nadie. Y es mi caso.

"Pero 4th, no se debe generalizar." De acuerdo... Distingamos:

Una heurística es un atajo, una norma rápida que se cumple en un porcentaje lo suficientemente alto de casos como para resultar útil en nuestro navegar el día a día. Se usan en la resolución de problemas de todo tipo, desde la programación al lenguaje, la burocracia a las matemáticas. Una heurística es que si te chocas con alguien en una calle de Madrid, te disculpas en castellano, y si es en Londres, lo haces en inglés. Que si ofreces un apretón de manos sacas la derecha o ves una persona con barba le asignes en tu mente el género masculino.

Ninguna de estas cosas significa que no sabes que existe gente zurda, que sólo habla polaco, o mujeres con barba, ni que si te los encuentras pienses que son inferiores en algo. Cuando tu experiencia concreta se sale de la norma esperable en la mayor de los casos, corriges el curso, reevalúas, y, si sabes polaco, przebaczenie!.

Las heurísticas son necesarias porque no podemos recabar información completa de todo, todo el tiempo. Es materialmente imposible llegar a una reunión de 20 personas en Barcelona y asegurarse de que todo el mundo habla catalán antes de empezar. Según tu experiencia previa, puedes empezar a hablar en castellano y "acertar" porque hay asistentes que no entienden el catalán, o hablar catalán y "acertar" porque todos lo comprenden, o empezar en cualquiera de los dos y ofender a alguna gente sea cual sea el caso, si se quieren ofender porque no uses el lenguaje local, y otros porque no tengas la sensibilidad de anticipar que no todo el mundo es de tu rincón del globo.

Así pues, una heurística es una necesidad ineludible, y seas quien seas, las empleas a cada minuto, tenlo por seguro. Estoy incluso dispuesto a conceder que una heurística válida es que cuando un tío como yo te contesta en twitter, se trata de un "onvre" con ganas sólo de molestar. (Onvre y mansplaining merecerían otra entrada completa).

Generalizar, en este caso, es que una vez aplicada la heurística y con pruebas en contra, la generalización aplaste a la realidad y se imponga. Que si me muestro dispuesto a elaborar y exponer ideas, a la posibilidad de estar equivocado, y muy interesado en especial en aquellos puntos en los que aprender que lo estoy me sirve para refinar mi pensamiento, te de igual y como soy hetero, tengo 41 años y nunca he tenido que vivir las dificultades de ser mujer o sentirme otra cosa que lo que los demás asumen que soy, pues ea, "señoro, onvre, mansplainer y tú a callar en el rincón del cishetero". 




Se encuentra uno, al fin, denostado y metido en una definición por encontrarla francamente confusa e incompleta, mezclando hechos o legitimidad con actitudes, ideas o valores, en un potpurri que para lo que sirve es para silenciar al disidente. 

Llegamos al fin como con todos los extremismos a las contradicciones más flagrantes, y del discurso de esta parte del feminismo (que yo desde luego no considero EL feminismo), se desprende que yo, varón heterosexual y que me identifico con el género que me dieron al nacer, soy parte de la mayoría, y como tal no tengo derecho ni a opinar ni a proponer y soy de alguna forma inferior por razón de mi orientación sexual y mi identidad de género porque al no haber elegido ninguna de las alternativas, me estoy quedando atrás en la historia.

Y no, "señoritas" (jode, lo sé, así se ve por dónde pica lo del señoro). Así no. Concretamente yo tengo algunos deseos fuera de la norma. Concretamente yo vivo mi sexualidad y mis relaciones afectivas fuera de la norma. Concretamente yo me esfuerzo cada día por entender otras formas de ver la vida, y al entenderlas aprender a respetarlas e incorporarlas a mi visión del mundo. Y no puedo aceptar que ni siquiera con alguien como yo se puedan tender puentes.

Quienes así llaman señoro a diestro y siniestro a cualquiera con pene que osa hablar, han caido en uno de los errores más comunes y graves a los que lleva la pasión por una idea. Con la fé del converso, han aceptado la totalidad de su pensamiento, la imposibilidad de que sea cuestionado, y la supremacía de la ideología por encima de las ideas, y han acabado en actitudes de sexismo, de discriminación por razón de género y de intolerancia al que es diferente, en una cruzada por demostrar su propia alienación y pagar con la misma moneda, caiga quien caiga. 

Hay algo muy tentador en saberse víctima de una injusticia sistémica. En esa mezcla entre el patriarcado, el capitalismo, las élites intelectuales, la raza, el género, la identidad sexual... Por supuesto que hay jerarquías, hay desigualdad, hay situaciones horribles que debemos afrontar y mejorar en sociedad. No podemos sin embargo vernos como individuos puramente como víctimas o a otros como verdugos.

De sobra entiendo que hay dificultades que las mujeres entrañan que nunca conoceré en mi propia experiencia. Uno puede hacer ejercicios de empatía, y por supuesto interesarse por lo que atañe a su hermana, a sus hijas, y a todas las mujeres importantes en su vida. En última instancia, no es lo mismo ponerse en los zapatos de otra persona, que estarlo. Y esta vivencia individual ha de llevar a que nos escuchemos, a que nos demos mutuamente voz y si bien no podemos evitar aplicarnos heurísticas, no nos apliquemos a la fuerza las generalizaciones.

¿Es más fácil la vida siendo hetero que gay? Muy posiblemente. Y siendo rico que pobre, y siendo blanco que negro, y siendo guapo que feo, y siendo delgado que gordo, y siendo gracioso que tímido, y siendo suizo que angoleño.

Todos estamos en el sistema y todos recibimos de sus partes buenas y malas privilegios y bofetones que no nos hemos merecido. Afrontar los problemas sistémicos, fomentar las condiciones de una verdadera igualdad de oportunidades y derechos, establecer uns mínimos en los que la individualidad no se vea encorsetada por la moral de la mayoría, son aspiraciones loables en las que es fácil ponerse de acuerdo.

Pero las divisiones transversales a las desigualdades que afectan a cada individuo son infinitas y si en un eje sales con ventaja, habrá otros en que sea al contrario. 

Si X se siente oprimido por ser gay pero sus padres tenían dinero y ha podido estudiar lo que quería en la universidad sin necesidad de becas pero Y es hetero y no ha podido hacer esa FP de informática que le atrae tanto porque lleva desde los 16 necesitando trabajar, ¿quién es el alienado? Si A es una mujer trans queer con una discapacidad, blanca, de nacionalidad española y con una ayuda del Estado y B es un inmigrante negro que ha tenido que jugarse el cuello en el mar por la "oportunidad" de vender gafas de sol a 3 euros en una acera, ¿quién de los dos tiene derecho a contarle al otro su desgracia y hacerle culpable de ella? Si C es una mujer que limpia escaleras de sol a sol en un barrio de Madrid y D es un hombre trabaja en un taller en Indonesia para hacer las camisetas que C se compra en Primark, ¿quién es el opresor? ¿Y si C es una mujer joven y atractiva y X un varón poco agraciado de 70? ¿Cómo se "comparan" ellos?

No por ser yo un varón cuando hablo debe acusárseme de "mansplaining" igual que por supuesto (no me creo que haya que decirlo), no por ser mujer mi interlocutora debo pensar que ha de plegarse a mis razones. Seamos ambiciosos socialmente, y humildes individualmente. Dejemos que las ideas luchen entre sí por sus propios méritos y no por los genitales de la persona que las defiende, o lo que le gusta que le hagan en la cama.

Al final se trata de eso, ¿no? de no ver el color, ni la raza, ni el género, sólo a la persona, pero de ida y vuelta.

Dime que estoy equivocado, que no entiendo, que debo considerar esto o lo otro... Pero con la parrafada que te acabo de soltar, ¡no me llames irreflexivamente señoro para no tener ni que escucharme, que no me lo merezco!

Bueno, qué... ¿Charlamos?