sábado, 15 de mayo de 2021

Mis amigos...


La amistad es un concepto difícil de definir. 

Como decía la famosa cita sobre la pornografía, no sé decir lo que es, pero la reconozco cuando la veo.

No cabe duda de que llamamos amigos a muchas personas diferentes. De hecho, a menudo nos vemos inclinados a ponerle a esa amistad apellidos, y hablamos de un buen amigo, de un amigo íntimo, de un amigo de la infancia, de un amigo del trabajo, un "colega del gym"... Intuitivamente sabemos que decir desde cuándo nos conocemos, cómo nos hemos conocido, qué hacemos juntos o con qué frecuencia nos vemos aporta información sobre algo que de lo contrario es muy indeterminado.

¿Tipos de amigos? Tienta decir que tantos como amigos en sí.

Esta el amiguete con el que quedas a hacer algo divertido; unas partidas en la consola, una pachanga, salir a correr por la playa... Con el que sólo hablas de cosas banales, ni siquiera tienes claro si ahora mismo tiene pareja, o de la edad de sus hijos, o a qué se dedica exactamente, pero le tienes cariño y os lo pasáis bien siempre que os veis aunque no os conozcáis mucho.

Esta el amigo del trabajo, que sabes que te guarda las espaldas y te echa un cable cuando puede, con el que te ríes en las guardias y en quien confías para comentar algunas dudas o aspiraciones, pero al que se te haría raro proponer quedar a comer un día.

Hay un colega del gimnasio al que sólo ves allí de casualidad, cuando coinciden los horarios, pero si está siempre uno de los dos se acerca, ayuda con la barra, y acabáis cambiando un poco la rutina para darle juntos y animaros. Se le ve buen tío y da un poco de vergüenza volverle a preguntar cómo se llama pero un día de estos lo cazas y a ver si ya no se te olvida más.

Éste último tiene el yang de su ying en otro con el que quedas los viernes o los sábados, vais a cenar o tomar una copa, os contáis de todo, ese día os dais abrazos y luego tres semanas después le vuelves a ver, te dice que ha estado ingresado por una apendicitis, y ni te extraña no haberte enterado.

Hay otro de cafés, de pascuas a ramos, pero que escucha de tí cosas que casi nunca dices en voz alta. Por lo que sea no compartís muchas aficiones, pero sí pensamientos e inquietudes, y sois el uno para el otro una buena caja de resonancia para rebotar ideas y preocupaciones. Es terapéutico y agotador al mismo tiempo, porque ya te conoce bien, ve a través de tus disfraces, y estar desnudo mucho tiempo siempre acaba dando frío, así que os vais dosificando.

Hay un colega que sólo te va a llamar para que vayas a su boda. Desde ahí, igual no le ves hasta la comunión del nene o la boda de su propia hija, pero no se olvida de avisarte, y a ti tampoco se te va a pasar contar con él para tu fiestón de 40 cumpleaños.. ¿Quién sabe por qué? Ese es el lugar que ocupa en tu vida.

Aunque duela decirlo, hay amigos que ponen más de su parte; que escriben, que llaman, que organizan, y a veces te apuntas y a veces no, pero siempre cuentan contigo aunque los dos sentís que la reciprocidad no es del todo equivalente... O somos nosotros los que estamos al otro lado de la barrera. 

Hay algunas personas que conoces en un viaje o una situación concreta, con fecha de caducidad... a quien sabes acercarte inmediatamente en pocos minutos y de forma instintiva, con quien compartes unos días de tremenda cercanía, y de quienes te despides expresando muy buenas intenciones de permanecer en contacto, sabiendo ambos que no será así... Y de alguna forma respetando que ese carácter efímero es un valor de lo que habéis compartido, y no un defecto.

Está por fin (son todos los que están pero no están todos los que son) ese amigo con el que compartiste una vez casi cada hora del día... ahora vive lejos, tiene sus cosas y habláis una vez al año pero que si un día te llama y te dice que está pasando un mal momento y te necesita, sabe que te montas en un coche y te plantas donde sea, sin hacer más preguntas que "¿llevo cervezas o ginebra? Va, mira, llevo las dos y ya vemos qué pedir de cena".

He usado intencionadamente "amigO" o simplemente "persona" porque sabemos de sobra que si dices amigA, la interpretación cambia, ¿verdad? Relea usted si quiere todo lo de arriba sabiendo que soy un hombre heterosexual y a ver qué le salta a la cabeza de primeras.

Creo que parte de mi deriva hacia explorar el poliamor surge del rechazo que me produce la idea, muy extendida entre algunos, de que la amistad entre hombres y mujeres es difícil o imposible, porque o bien se mezcla con la atracción sexual que uno o ambos experimenten, o bien no puede tener naturaleza propia. (Otros factores de esta deriva pueden ser el Efecto Coolidge, que tendrá su propia entrada, y por supuesto una reflexión sincera sobre el origen de los celos o el instinto monógamo, al menos en mí mismo y sospecho que en muchos de nosotros, que algún día abordaré también).

Así, o bien hay amistad porque "se quiere algo más", o bien hay amistad porque "no, es que ella es como un colega", pero parece haber quien no concibe que haya una amistad propiamente dicha, porque al entrar el factor atracción en la mezcla, o existe y prevalece, o no existe y hay algo que se echa en falta.

El "es que no podemos tener nada porque yo te veo como un amigo", la tensión sexual no resuelta, o las relaciones de "amistad" en la que uno de los dos muestra un interés persistente de origen romántico y el otro deja que se camufle tras una actitud amistosa que le beneficia por diversas razones, son parte del drama de corte juvenil que todos nosotros hemos vivido cuando estábamos aprendiendo a manejar nuestras hormonas, nuestros deseos y nuestras relaciones con las personas que los protagonizan (drama y tropiezos que algunos nunca superan).

Conozco por supuesto ese concepto de "amigos con derecho a roce", "follamigos" o cómo se quiera dar en llamarle, y en cierta forma lo celebro, aunque no sé si no se ve a menudo también como la antesala de otra cosa o como una forma imperfecta y a medio acontecer que se acabó quedando en nada.

Yo en cambio creo que tengo amigas (¡y parejas amigas, rizando el rizo, donde con ellas si hay un componente sexual pero con ellos no y sin embargo hay amistad con ambos!) que lo son con todas las letras, y con las que puede o no haber sexo. Esto es, la amistad que nos une ni se basa en el sexo ni se ve manchada por él cuando nos apetece tenerlo y dura y crece por sí misma, con periodos en los que nos buscamos sin ropa y periodos en los que hablamos de qué tal llevas el confinamiento o nos mandamos memes de tonterías.

Y no es que yo sea especial o mejor que nadie en esto de relacionarme... Tan sólo precisa un cambio de perspectiva. En realidad, cuando lo consigues, es más fácil que el que tenemos por habitual y desactiva muchos de los problemas de relacionarse con el sexo opuesto (en mi caso el sexo opuesto es el objeto de deseo)... 

Me resultaría interesante por ejemplo que un día un hombre o una mujer homosexual nos hable aquí de la amistad y la atracción con hombres y mujeres. Es fácil sospechar que será este mismo fenómeno el que hace que todos podamos observar que muchos hombres gays tienen multitud de amigas o en su caso amigos hetero, pero ciertas dificultades para relacionarse con amigos gays, por ejemplo. 

Cabría pensar que es más fácil para dos hombres heterosexuales ser amigos porque es más común que sean más parecidos y compartan ciertos intereses, pero este ejemplo rompe esa simetría y, siendo a priori más sencillo que tengan intereses comunes dos personas homosexuales del mismo género, parece que la posibilidad de que exista o no atracción sexual es la que rompe la baraja.

(Soy consciente de que estoy poniendo ejemplos típicos y hay infinidad de gente que se sale de la norma... ¡Menos mal! Pero todos sabemos cuál es el ejemplo por algo: es de hecho muy frecuente y por tanto una heurística útil).

Este cambio de perspectiva es lo que considero que entronca con las inquietudes poliamorosas. Poliamor para mi no significa querer a muchas personas de la misma manera, o "tener varias parejas" como leo por ahí, o "estar con mucha gente es como si no estuvieras con ninguna". 





Y aunque hemos dicho en otra entrada que "everything is about sex", no lo tomemos al pie de la letra. Para mi estas inquietudes derivan del hecho de que precisamente no todo es sexo y de que de un encuentro en principio sexual como los que he tenido en estos años, han surgido relaciones especiales, personas importantes en mi vida a las que me he podido encontrar en una cama igual que pude encontrármelas en el bar de la facultad pero que han venido para quedarse. Hombres y mujeres muy importantes para mí, que espero que sepan que son mucho más que el deseo de su cuerpo. 

Por alusiones y por dejarlo muy claro: creo firmemente que puede existir la amistad entre hombres y mujeres (heterosexuales, se entiende). Y creo que además al margen de si se atraen o no. Tanto es así que considero que tengo amigas que me atraen y con las que he follado pero ya no, o de cuando en cuando, amigas que me atraen con las que no he follado, amigas que no me atraen y sin embargo son importantes para mí, y todo el abanico que se le pueda a alguien ocurrir, y que mi capacidad de separar sexo y sentimientos de corte "romántico" tiene en este caso un efecto positivo: puedo concebir esa amistad sin que se defina a partir de los cajones "¿hemos tenido sexo?" o "¿tendría sexo con ella si pudiera?". En este caso, la incapacidad de separar una cosa de la otra, hace a menudo que "salga perdiendo" la amistad, al ser el sexo tan poderoso, y así, perdemos todos. 
 
Es cierto, no obstante, que cuando uno tiene estas inquietudes, suponen una línea roja con determinadas amistades y eso limita la intimidad. Alguien en los comentarios (en otro foro) hacía la distinción entre sus "amigotes", de cervezas, del trabajo, de barbacoas, pero no de noches locas y desconocedores de su faceta fetichista, y sus "amigos", con los que además de hacer una barbacoa se puede sincerar sobre dónde fue el sábado por la noche o la ilusión por su próxima fiesta BDSM en Cap o el gangbang que está organizando en un local. 
 
Es imposible compartir todos tus intereses con alguien, claro. No cualquiera va a querer hablar conmigo y saltar con el mismo interés entre videojuegos, AI, medicina, juguetitos de domótica o el último libro de Richard Dawkins. Esto está entendido, pero es cierto que por desgracia si yo le hablo a alguien de Dawkins y no le interesa simplemente echa un bostezo, pero si le hablo de una fiesta liberal en la que estuve la semana pasada, como mínimo se queda ojiplático y a lo peor acabo con una etiqueta no deseada y cambia su consideración sobre quién soy o la confianza que merezco. Así que sí, hay amigos a los que puedes contarles todo... y amigos a los que tienes que ocultarles por omisión o con mentirijillas una aparte de tu vida, y eso tiene un precio innegable a pagar en cercanía.

Si queremos hacer el análisis gráfico de la imagen anterior, podría decirse que he ido derivando desde ese "Open Relationships" al "Poliamory" porque la propia vida me ha llevado a ver que en mis relaciones con otras personas la amistad es la base y el sexo es un color más que viene y va pero al que no concedo el poder de definir o poner etiquetas absolutas... Incluso el sexo puede ser lo primero, o en ocasiones lo único, pero me niego a concederle el privilegio de ser siempre lo principal.


Yo no podía evitar pensar al oírle que la familia es como la amistad (¡o el porno!)... difícil de definir y fácil de identificar cuando la ves. Y que si uno desarma al sexo de esa fuerza totalizadora que emerge de esa moral que en ocasiones nos castiga y que se esfuerza en limitar el disfrute del propio cuerpo y culpabilizar el deseo, y que desde luego no es la mía, la amistad es como el amor. 

Léase de nuevo desde el principio esta entrada, con esto en mente, y sabrás, querido lector, por qué, desechada la pareja como un concepto de celosa exclusividad sobre el otro y renuncia al propio deseo y rechazado el sexo como un elemento totalizador que somete necesariamente al resto de lo que alguien nos hace sentir, no puede uno sino ver que familia, amor y amistad son sólo sabores del mismo caldo, donde el sexo puede ser la sal que amplifica el sabor si está en su justa medida, pero que no cambia el plato, y declararse poliamoroso sin pena ni remedio.

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