No me ha pasado sólo una vez. También es verdad que uno se va metiendo en los charcos que le apetece, y supongo que de alguna manera se lo acaba buscando, pero ya me han llamado varias veces "señoro".
Ese señoro se ha acompañado en ocasiones de ese apellido de cis, o cishetero, cisheteronormativo, constituyéndose ya en adjetivo lapidario y derrota dialéctica segura. Y ya una vez ha pasado a un puntual "pollavieja" que me parece que entra en el insulto vulgar y sin gracia, y sí, para insultar bien hay que tenerla, so pena de quedar peor el insultador que el insultado.
Yo de todas formas, cuando oigo algo que no me suena, siempre reacciono igual, y voy y lo busco. Sabía que bueno no iba a ser, pero resulta que dado que es un neologismo, las fuentes difieren un poco en su significado.
Así que decido coger el de la cuenta @Dneologismos , en:
Que si bien no es la RAE, al menos parece que se especializan en este campo.
Y nos dicen que " "Señoro" tiene un sentido despectivo, señala a los varones que tratan de forma condescendiente a las mujeres o dudan de la legitimidad del movimiento feminista. "
Buceando un poco, parece sacado directamente de la definición aquí recogida por la filóloga Lola Pons, que tomaremos como fuente principal (es habitual que los neologismos se definan académicamente a través de su uso en prensa escrita, mientras se asientan y cristalizan).
Luego vemos la parte de cisheteronormativo, y resulta que se define, en una web LGBTQ+ que tomamos de ejemplo, como aquel discurso que cree que la heterosexualidad y el ser cisgenero es "la norma" (en español tiene esto algunas diferencias con ser "lo normal") y debe privilegiarse por encima de otras opciones.
Sabiendo ya lo que me han llamado, procedo no a indignarme, que no sirve para nada, si no a preguntarme por qué. Y me meto de nuevo en el jardín.
Empiezo por una reflexión que me parece valiosa, en cualquier situación: antes de intentar arreglar algo, asegúrate de entenderlo en profundidad.
No me considero un señoro porque si hice una crítica (y ni siquiera era tal, si no algo que tocaba tangencialmente alguna idea de esta vertiente del nuevo feminismo) no fue condescendiente, fue simplemente crítica, y no me considero cisheteronormativo porque firmemente creo que ninguna opción sexual o identidad de género debe tener de por sí privilegios sobre ninguna otra.
Sobra aclarar que "feminismo" es ahora una palabra muy difícil de utilizar.
Hay quien se dice feminista por defender la igualdad entre hombres y mujeres. Hay quien dice que la igualdad entre hombres y mujeres es una verdad fundamental y no necesita como tesis un nombre propio, bastaría con ser no-sexista para decir lo mismo.
Hasta aquí, hablamos de obviedades.
Hay quien, y aquí empiezo al menos yo a chocar, defiende un feminismo contra el hombre, contra "el patriarcado", contra el capitalismo, contra la opresión, contra el acoso, contra la depilación, contra el trabajo sexual, contra la pornografía, contra la carne roja, contra el sexo heterosexual, basado en el lesbianismo reivindicativo o entendiendo que el coito con penetración es violación sin paliativos.
Cuando se empieza a caer en este agujero, los conceptos se mezclan, el discurso se endurece, y cualquier voz disonante es un ataque directo y puede ser desechada con términos como señoro, que evitan con un ad hominem hablar de las ideas al descalificar de raíz al que las cuestiona.
Léanse bien ambas definiciones y llegaremos a un par de conclusiones que creo que están en el corazón de la imposibilidad que tenemos de establecer diálogos moderados cuando tocamos ciertos temas con quienes pertenecen a este movimiento. Al menos yo, veo claramente en ambas el mismo error de base:
En la primera, se puede ser señoro por ser despectivo (¡muy mal, señoro merecido!), o por "dudar de la legitimidad del movimiento feminista". Esta segunda es difícil de establecer, y claro, si el movimiento feminista la persona con la que hablo lo entiende como el feminismo de Dworkin, con perlas como: "sexual penetration may by its very nature doom women to inferiority and submission, and "may be immune to reform"", entonces sí, cuestiono su legitimidad por razones que ahora seguirán, y no merezco por ello ser insultado, por más que sus tesis y las mías difieran.
Andrea Dworkin es una de las referentes de este movimiento, y estas cosas no las digo yo, las dice ella:
Así que si estás en desacuerdo con algo, eres señoro, y no hay lugar a la réplica.
En la segunda, se mezcla aquello de entender algo como "la norma" y de considerar que se ha de privilegiar unas opciones sobre otras. Y creo que aquí también estamos mezclando y da origen a la incomodidad de muchas situaciones en las que por muy buenas intenciones que uno tenga, nunca puede llegar al nivel de sensibilidad requerido por el otro, si está por ofenderse.
Que ser cisgénero y hetero es "la norma", como que es lo más habitual, es una verdad estadística. No deberíamos cargarlo de ideología ni de intenciones ulteriores. Es lo que sabemos, es lo que se espera de la distribución en cualquier mamífero, y es por tanto lo mismo en nosotros que en todos los primates que conocemos, con cierta variabilidad pero siempre de forma muy clara.
Para esto no hay que tirar de ideología tampoco, nos podemos remitir a los datos que existen, por más que sean incompletos, sesgados, antiguos o lo que se quiera, son los que hay, y sustituirlos por los que a uno le convienen para su ideología, nunca lleva a nada bueno.
En el límite, la distribución es de un 80% para individuos heterosexuales que se identifican con el género que se les asignó al nacimiento por sus genitales externos, y un 20% de "otros" en el que cabe una tremenda variabilidad, como todos sabemos. Y muy en el límite si observamos que en una ciudad como San Francisco, legendaria para la comunidad LGBT, las encuestas arrojan en realidad un 15% de individuos que se identifican como algo distinto a heterosexual cisgénero.
Así que de nuevo no me considero cisheteronormativo, porque soy cisgénero y soy hetero, pero respeto absolutamente el derecho de cada individuo a definir su género, su orientación, sus pronombres en su vida privada (otro día vamos a este charco) y los objetos de su deseo.
Cabe separar el saber que algo es "lo más habitual" y actuar en tu vida normal de acuerdo con esta heurística, sin ánimo de ofender y como hacemos casi todos, o creer que por ser lo más habitual es mejor que otra opción y debe fomentarse su supremacía, como no debería hacer nadie. Y es mi caso.
"Pero 4th, no se debe generalizar." De acuerdo... Distingamos:
Una
heurística es un atajo, una norma rápida que se cumple en un porcentaje lo suficientemente alto de casos como para resultar útil en nuestro navegar el día a día. Se usan en la resolución de problemas de todo tipo, desde la programación al lenguaje, la burocracia a las matemáticas. Una heurística es que si te chocas con alguien en una calle de Madrid, te disculpas en castellano, y si es en Londres, lo haces en inglés. Que si ofreces un apretón de manos sacas la derecha o ves una persona con barba le asignes en tu mente el género masculino.
Ninguna de estas cosas significa que no sabes que existe gente zurda, que sólo habla polaco, o mujeres con barba, ni que si te los encuentras pienses que son inferiores en algo. Cuando tu experiencia concreta se sale de la norma esperable en la mayor de los casos, corriges el curso, reevalúas, y, si sabes polaco, przebaczenie!.
Las heurísticas son necesarias porque no podemos recabar información completa de todo, todo el tiempo. Es materialmente imposible llegar a una reunión de 20 personas en Barcelona y asegurarse de que todo el mundo habla catalán antes de empezar. Según tu experiencia previa, puedes empezar a hablar en castellano y "acertar" porque hay asistentes que no entienden el catalán, o hablar catalán y "acertar" porque todos lo comprenden, o empezar en cualquiera de los dos y ofender a alguna gente sea cual sea el caso, si se quieren ofender porque no uses el lenguaje local, y otros porque no tengas la sensibilidad de anticipar que no todo el mundo es de tu rincón del globo.
Así pues, una heurística es una necesidad ineludible, y seas quien seas, las empleas a cada minuto, tenlo por seguro. Estoy incluso dispuesto a conceder que una heurística válida es que cuando un tío como yo te contesta en twitter, se trata de un "
onvre" con ganas sólo de molestar. (Onvre y mansplaining merecerían otra entrada completa).
Generalizar, en este caso, es que una vez aplicada la heurística y con pruebas en contra, la generalización aplaste a la realidad y se imponga. Que si me muestro dispuesto a elaborar y exponer ideas, a la posibilidad de estar equivocado, y muy interesado en especial en aquellos puntos en los que aprender que lo estoy me sirve para refinar mi pensamiento, te de igual y como soy hetero, tengo 41 años y nunca he tenido que vivir las dificultades de ser mujer o sentirme otra cosa que lo que los demás asumen que soy, pues ea, "señoro, onvre, mansplainer y tú a callar en el rincón del cishetero".
Se encuentra uno, al fin, denostado y metido en una definición por encontrarla francamente confusa e incompleta, mezclando hechos o legitimidad con actitudes, ideas o valores, en un potpurri que para lo que sirve es para silenciar al disidente.
Llegamos al fin como con todos los extremismos a las contradicciones más flagrantes, y del discurso de esta parte del feminismo (que yo desde luego no considero EL feminismo), se desprende que yo, varón heterosexual y que me identifico con el género que me dieron al nacer, soy parte de la mayoría, y como tal no tengo derecho ni a opinar ni a proponer y soy de alguna forma inferior por razón de mi orientación sexual y mi identidad de género porque al no haber elegido ninguna de las alternativas, me estoy quedando atrás en la historia.
Y no, "señoritas" (jode, lo sé, así se ve por dónde pica lo del señoro). Así no. Concretamente yo tengo algunos deseos fuera de la norma. Concretamente yo vivo mi sexualidad y mis relaciones afectivas fuera de la norma. Concretamente yo me esfuerzo cada día por entender otras formas de ver la vida, y al entenderlas aprender a respetarlas e incorporarlas a mi visión del mundo. Y no puedo aceptar que ni siquiera con alguien como yo se puedan tender puentes.
Quienes así llaman señoro a diestro y siniestro a cualquiera con pene que osa hablar, han caido en uno de los errores más comunes y graves a los que lleva la pasión por una idea. Con la fé del converso, han aceptado la totalidad de su pensamiento, la imposibilidad de que sea cuestionado, y la supremacía de la ideología por encima de las ideas, y han acabado en actitudes de sexismo, de discriminación por razón de género y de intolerancia al que es diferente, en una cruzada por demostrar su propia alienación y pagar con la misma moneda, caiga quien caiga.
Hay algo muy tentador en saberse víctima de una injusticia sistémica. En esa mezcla entre el patriarcado, el capitalismo, las élites intelectuales, la raza, el género, la identidad sexual... Por supuesto que hay jerarquías, hay desigualdad, hay situaciones horribles que debemos afrontar y mejorar en sociedad. No podemos sin embargo vernos como individuos puramente como víctimas o a otros como verdugos.
De sobra entiendo que hay dificultades que las mujeres entrañan que nunca conoceré en mi propia experiencia. Uno puede hacer ejercicios de empatía, y por supuesto interesarse por lo que atañe a su hermana, a sus hijas, y a todas las mujeres importantes en su vida. En última instancia, no es lo mismo ponerse en los zapatos de otra persona, que estarlo. Y esta vivencia individual ha de llevar a que nos escuchemos, a que nos demos mutuamente voz y si bien no podemos evitar aplicarnos heurísticas, no nos apliquemos a la fuerza las generalizaciones.
¿Es más fácil la vida siendo hetero que gay? Muy posiblemente. Y siendo rico que pobre, y siendo blanco que negro, y siendo guapo que feo, y siendo delgado que gordo, y siendo gracioso que tímido, y siendo suizo que angoleño.
Todos estamos en el sistema y todos recibimos de sus partes buenas y malas privilegios y bofetones que no nos hemos merecido. Afrontar los problemas sistémicos, fomentar las condiciones de una verdadera igualdad de oportunidades y derechos, establecer uns mínimos en los que la individualidad no se vea encorsetada por la moral de la mayoría, son aspiraciones loables en las que es fácil ponerse de acuerdo.
Pero las divisiones transversales a las desigualdades que afectan a cada individuo son infinitas y si en un eje sales con ventaja, habrá otros en que sea al contrario.
Si X se siente oprimido por ser gay pero sus padres tenían dinero y ha podido estudiar lo que quería en la universidad sin necesidad de becas pero Y es hetero y no ha podido hacer esa FP de informática que le atrae tanto porque lleva desde los 16 necesitando trabajar, ¿quién es el alienado? Si A es una mujer trans queer con una discapacidad, blanca, de nacionalidad española y con una ayuda del Estado y B es un inmigrante negro que ha tenido que jugarse el cuello en el mar por la "oportunidad" de vender gafas de sol a 3 euros en una acera, ¿quién de los dos tiene derecho a contarle al otro su desgracia y hacerle culpable de ella? Si C es una mujer que limpia escaleras de sol a sol en un barrio de Madrid y D es un hombre trabaja en un taller en Indonesia para hacer las camisetas que C se compra en Primark, ¿quién es el opresor? ¿Y si C es una mujer joven y atractiva y X un varón poco agraciado de 70? ¿Cómo se "comparan" ellos?
No por ser yo un varón cuando hablo debe acusárseme de "mansplaining" igual que por supuesto (no me creo que haya que decirlo), no por ser mujer mi interlocutora debo pensar que ha de plegarse a mis razones. Seamos ambiciosos socialmente, y humildes individualmente. Dejemos que las ideas luchen entre sí por sus propios méritos y no por los genitales de la persona que las defiende, o lo que le gusta que le hagan en la cama.
Al final se trata de eso, ¿no? de no ver el color, ni la raza, ni el género, sólo a la persona, pero de ida y vuelta.
Dime que estoy equivocado, que no entiendo, que debo considerar esto o lo otro... Pero con la parrafada que te acabo de soltar, ¡no me llames irreflexivamente señoro para no tener ni que escucharme, que no me lo merezco!
Bueno, qué... ¿Charlamos?